Ralco, Pangue, Angostura ¿y otra más?: La sobre intervención hidroeléctrica en el río Biobío

Tres son las centrales hidroeléctricas que cuentan, en total, con cerca de 1.500 MW de potencia instalada en la subcuenca del Alto Biobío. Sin embargo la transnacional China Three Gorges Corporation pretende instalar una nueva central, ampliando la sobre intervención al ecosistema.

Por María José Águila y Javier Arroyo Olea

La gestión del agua es de gran relevancia, más aún durante los últimos años en un escenario de crisis climática y civilizatoria, donde se le han impuesto diversos usos a este bien común natural en el marco de la privatización y mercantilización anclada en la legislación chilena.

Así, no solo se ha considerado la utilización del agua -en sus diversas formas como glaciares, lagos, humedales, acuíferos, entre otras- desde la perspectiva del consumo basado en la agroindustria, forestales y minería, sino también su utilización en tanto a potencialidad eléctrica se trata, donde los ríos han sido objetivos de diversos proyectos hidroeléctricos.

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En este contexto, se hace necesario visibilizar la situación que ocurre en la cuenca del río Biobío, río que nace en la Cordillera de los Andes, en la región de La Araucanía, y sigue su curso hasta la región del Biobío, donde actualmente se encuentra amenazado por la posible instalación de una cuarta hidroeléctrica en su tramo superior. 

El proyecto en específico, fue elaborado por la empresa China International Water and Electric Corporation, filial de la transnacional China Three Gorges Corporation que ha instalado, entre otras, la mayor hidroeléctrica del mundo: Las Tres Gargantas.

Tres Gargantas | Fotografía: IAguas

El actual proyecto que pretende instalarse en la localidad de Rucalhue -entre las comunas de Santa Bárbara y Quilaco- se encontraría a 1 kilómetro del poblado, generando una inundación aproximada de 180 hectáreas con una potencialidad eléctrica de 90 MW, pese al contundente rechazo de la población.

La intervención humana, en cualquier ecosistema, significa pérdida y deterioro de la biodiversidad que habita estos sectores, en menor o mayor grado, y se agrava sobre todo en aquellos espacios donde se comparten usos. En los ecosistemas ribereños, la instalación de una hidroeléctrica trae consigo la construcción de una presa, y con ello el embalsamiento del agua, provocando que el flujo dinámico de una serie de elementos y factores naturales se vea alterado, irrumpiendo los ciclos vitales para diferentes especies de flora y fauna, incluyendo a las comunidades que viven cercanas a ríos o en zonas costeras.

Sin embargo, el río Biobío ya cuenta con experiencia en lo que se trata a proyectos hidroeléctricos, arrastrando profundos conflictos socioambientales que, nuevamente, han salido a la palestra en la memoria colectiva de la población ante una nueva amenaza.

La radiografía hidroeléctrica en el río Biobío

El río Biobío ya cuenta con la instalación y funcionamiento actual de 3 hidroeléctricas, estas son; Ralco, Pangue, y Angostura, las cuales acumulan agua a lo largo de 55 km aprox., desde la presa instalada en Ralco hasta aquella instalada en Angostura. 

El impacto ecosistémico que esta intervención implica es gravísimo, ya que no solo se ha perturbado una vez el flujo normal del caudal del río, sino que estas intervenciones vienen desarrollándose desde la década de los noventa en los primeros años de postdictadura.

Fotografía: Portada del libro «Aguas Turbias. La Central Hidroeléctrica Ralco en el Alto Bío Bío».

En términos concretos -considerando los años desde que se encuentran operativas- en 1996 la primera central hidroeléctrica instalada fue Pangue, perteneciente a Enel; posteriormente, en 2004, la misma empresa instala la Central Ralco; y en 2014 Colbún S.A. construye la hidroeléctrica Angostura. 

Si consideramos que; perturbar una vez el flujo natural del caudal y el funcionamiento del ecosistema ribereño, es impactar de manera negativa no solamente a las comunidades que se han visto enfrentadas a desplazamientos y cuestionadas relocalizaciones, sino también a las especies que habitan las zonas afectadas, generar este daño dos veces más, en diferentes tramos del río y de manera periódica produce una irrupción sistemática y nociva para cualquier intento de adaptabilidad de las especies, así como también sus probabilidades de sobrevivir en un entorno que está siendo constantemente deteriorado, donde las características biofísicas en las cuales acostumbraban a vivir se ven totalmente transformadas en más de una ocasión y en más de un lugar.

Tramo del río Biobío que se vería afectado por Central Rucalhue | Fotografía: Resumen

Las represas transforman de manera significativa los caudales, convirtiendo sistemas altamente dinámicos a unos estáticos, donde los volúmenes de descarga y el agua almacenada son controlados por la hidroeléctrica según las necesidades energéticas del momento. 

Se suma a los impactos ya mencionados, la pérdida importante de suelo que queda inundada por el embalsamiento del agua, perdiendo toda esa zona que actúa como resguardo ante crecidas en períodos de retorno significativos. Asimismo, la inundación ha conllevado la pérdida de espacios culturales reconocidos por comunidades mapuche pehuenche del territorio; tal fue el caso de la Central Ralco, la cual inundó cerca de 2 mil hectáreas de bosque nativo y devastando un cementerio del pueblo.

Además, el transporte  y deposición de sedimentos desde el tramo superior del río hasta las zonas de delta y desembocadura en las zonas bajas se transforma completamente, tal como indica un estudio de investigadora/es mexicanos, quedando muchas veces el sedimento estancado, modificando procesos erosivos río abajo, siendo perjudicial para la dinámica del resto de elementos que interactúan en conjunto con el fin de modelar morfologías y paisajes que funcionan de manera sistémica y diversa, los cuales son beneficiosos para las especies de esos hábitats particulares, pero también para la vida humana.

Por lo tanto, es factible concluir que; la capacidad de adaptabilidad de las especies y su resiliencia ha ido siendo deteriorada a lo largo del tiempo debido a las instalaciones de estas tres centrales hidroeléctricas, que en sus proyectos no consideran -porque tampoco se les exige- el daño que producen kilómetros agua abajo, sino que solo abarcan un área de influencia mínimo aguas arriba, incluyendo solamente el área inundada y un buffer de resguardo alrededor del embalse, ignorando deliberadamente la fragmentación de los diversos hábitats, negando el movimiento libre de especies, y precarizando el aporte de nutrientes río abajo[1].

Fotografía: sdl.rucalhue

Al entender lo anterior, se hace necesario desarrollar un sistema acorde a las necesidades que existen sobre los usos del río, intentando generar el menor impacto posible en el entorno. Un buen marco para el futuro, y una gestión sustentable de las aguas, va sujeto a integrar la perspectiva de cuencas, entendiendo esta última como un conjunto de ecosistemas interrelacionados. 

Esta perspectiva comienza a instaurarse en Europa, fomentada por la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas en 1993, siguiendo en el año 2000 con la creación de la directiva Marco del Agua (DMA) que implementa Planes de Manejo Integrado de Cuencas Hidrográficas para su uso sustentable, apuntando a que los recursos hídricos deben ser considerados y gestionados de manera sostenible, aunando los diferentes usos de la mejor manera posible, sin ir en desmedro de la conservación y deterioro del hábitat particular de cada especie[2]

Fotografía: Sdl.Rucalhue

Considerar la cuenca como un ecosistema complejo y en constante movimiento, permite un mejor estudio y cuidado en la asignación de actividades y recursos que pueden ser utilizados dentro de este límite físico-natural, asegurando la disponibilidad de los recursos para las generaciones actuales y futuras, ya que se tiene en cuenta los tiempos, escasez, y fragilidad del ciclo hidrológico. 

Es esa misma falta de mirada ecosistémica la que se refleja en la sobre intervención hidroeléctrica en el río Biobío, donde ya se cuenta con una potencia instalada de cerca de 1.500 MW entre las tres centrales operativas y donde una cuarta amenaza a la subcuenca del Alto Biobío, levantando una pregunta constante: Energía ¿Para quién y para qué?

Referencias

[1] Morales y Sobenes. (2018). Evaluación de la Calidad de un Tramo de Río Urbano Intervenido y Selección de un Paso para Peces, Región del Biobío, Chile. Disponible en: https://www.scielo.cl/pdf/infotec/v29n2/0718-0764-infotec-29-02-00155.pdf y Martínez, Búrquez y Calmus. (2012). Disyuntivas: impactos ambientales asociados a la construcción de presas. Disponible en:  https://www.researchgate.net/publication/238807004_Disyuntivas_impactos_ambientales_asociados_a_la_construccion_de_presas 

[2] Para mayor información, revisar: Torres y García. (2009). Conflictos por el agua en Chile: El gran capital contra las comunidades locales. Análisis comparativo de las cuencas de los ríos Huasco (desierto de Atacama) y Baker (patagonia austral). Disponible en:  https://www.scielo.cl/pdf/infotec/v29n2/0718-0764-infotec-29-02-00155.pdf 

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