Por Camilo Vallejos Muñoz *
Desde el gobierno y la oficialidad de Carabineros se ha argüido, hasta la insistencia, que el resguardo del orden público, por más desagradable que sea, constituye una necesidad social. Este discurso ha buscado posicionar a la represión contra la protesta fuera del conflicto social que le otorga sentido en primer lugar, vistiendo a la violencia policial con un ropaje de "apoliticidad" que invisibiliza su contenido ideológico.
En esta columna presentamos algunas reflexiones sobre los intereses de clase insertos en la idea de orden público, y el rol que este concepto -central en la estructura legal que sustenta la represión- ocupa en las coyunturas de radicalización de la protesta social.
El 26 de abril, el General Director de Carabineros, Mario Rozas, declaraba a un medio de comunicación que "la libertad sin orden es caos, y nosotros somos los responsables de mantener el orden y la seguridad..."[1]. En la misma línea, un día después y en el contexto de las celebraciones por el aniversario institucional, el mismo general señalaba en su alocución que "los Carabineros no nos sentimos enemigos de quienes se manifiestan. Nuestra formación y doctrina nos enseña a ser respetuosos de la vida y dignidad de las personas... 'a ser del débil el protector'... como dice nuestro himno". Asimismo, precisó que "la Ley nos faculta al uso gradual y proporcional de la fuerza, que se considera legítima para recomponer el orden quebrantado, cuando otras vías fracasan"[2]. Ya en 2016, desde el Cuerpo de Generales de Carabineros se planteaba que, desde el punto de vista policial, "el conflicto social adquiere importancia cuando trasciende el ámbito del diálogo o la discusión y llega o es llevado a la calle producto de la intransigencia de las partes... Carabineros de Chile es imparcial, ajeno al conflicto mismo y no forma parte de ninguno de los sectores que en él intervienen"[3].
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En una contradicción evidente, se afirma en las esferas policiales la creencia de que el "orden" se caracteriza como las condiciones adecuadas para el desenvolvimiento de las personas y el desarrollo de ciertas actividades, a la vez que se le atribuye el carácter de un fenómeno independiente respecto a las tensiones políticas y sociales de una determinada época. Afirmándose en una irrisoria noción de inmovilidad de las sociedades, las culturas, y las personas, se le otorga un carácter objetivo a un fenómeno eminentemente político y social, negando la posibilidad de existencia de una nueva realidad, con otro tipo de relaciones, y por ende, con un nuevo "orden". Surge entonces la pregunta ¿cuál es el orden que defiende Carabineros? La respuesta es clara: el del capitalismo en su fase neoliberal.
La Constitución de 1980, acorde con el marco autoritario en el que se gestó, promueve el desarrollo de la libre iniciativa privada como principio rector de la vida en sociedad, dejando en segundo plano la garantización de derechos sociales básicos que, en su gran mayoría, han sido dejados en manos de la administración empresarial privada. No por nada la ira popular desatada en el estallido social estuvo enfocada, mayoritariamente, contra las instalaciones del gran empresariado y los símbolos del neoliberalismo (bancos, malls, supermercados, farmacias, Metro de Santiago, Transantiago, etc.) mientras que la función policial se orientó, por su parte, a la sofocación, por medio de la represión, de estos "eventos" de alteración del orden público.
Desde este punto de vista, el orden público se materializa en las libertades individuales, la propiedad pública y privada, y el consecuente derecho de propiedad. Por lo tanto, quienes atenten contra estos principios inalienables de nuestra institucionalidad, son categorizados como agentes "subversivos" del orden, disruptores del "normal" funcionamiento de la la vida social. Lo que hizo la rebelión de octubre fue, precisamente, poner en entredicho esos principios, tensionando así la estructura de dominación vigente desde la transición a la democracia.
Aunque se diseñen discursos destinados a invisibilizar el carácter eminentemente político de la represión policial, la realidad palpable es que el orden público es una fabricación histórica, es decir, surge a partir de la necesidad del Estado de defenderse frente a los proyectos transformadores que se levantan en una época determinada. Es, en definitiva, la manifestación material de las normas y las relaciones que rigen en el Chile neoliberal.
* Historiador. Licenciado en Historia UAH. Estudiante de Magíster en Historia USACH e Investigador del Observatorio de Prácticas e Instituciones Policiales (OPIP)
[1] https://www.adnradio.cl/nacional/2020/04/26/rozas-la-libertad-sin-orden-es-caos-y-nosotros-somos-los-responsables-de-mantener-el-orden-y-la-seguridad-respetando-los-dd-hh.html
[2] https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2020/04/27/rozas-en-aniversario-de-carabineros-no-nos-sentimos-enemigos-de-quienes-se-manifiestan.shtml
[3] Cuerpo de Generales de Carabineros, Hitos Institucionales Tomo II, 2016, pp.9-60.
Fotografía principal: Esteban Paredes / @estebandido.o. 12/11/2019. Represión de parte de Fuerzas Especiales de Carabineros a manifestantes. Concepción, Chile. Agencia ATON: https://museodelestallidosocial.org/esteban-paredes/