La ciudad de Tomé, de gran tradición productiva, primero con su protagonismo como puerto exportador durante el ciclo triguero y luego como polo industrial textil, desde el cierre de su fábrica más emblemática el año 2007, no ha logrado dar forma a una matriz productiva contundente y sólida que consiga activar y conducir el desarrollo comunal.
Por: Andrés Fonseca López y Loreto Burgoa Sánchez
Si bien desde el gobierno local se ha hecho un esfuerzo significativo en avanzar una reconversión posindustrial fortaleciendo el turismo como eje articulador de la economía local, a casi dos décadas del cierre de Bellavista, esta actividad -y sus conexas- han mostrado tener un impacto limitado. Prueba de ello es el hecho -para todos visible- de que en zonas pretendidamente turísticas como el sector Explanada o El Morro, hoy, es posible constatar cierto estancamiento en lo que respecta a infraestructura pública, aseo y ornato e incluso seguridad ciudadana. Posiblemente, este abandono ha facilitado la toma de los espacios litorales, plazoletas y escaleras por grupos dedicados al consumo de alcohol, drogas e incluso actividades derechamente ilícitas que impactan negativamente en el turismo.
Bajo ese panorama, urge repensar la vocación productiva comunal con miras a la reactivación del desarrollo local.
Ciudad artística y cultural.
Tomé, pese a ser una ciudad de tamaño mediano, destaca por un significativo número de cultores artísticos reconocidos a nivel local, regional, nacional e incluso internacional. Cecilia La Incomparable, Alfonso Alcalde, Rafael Ampuero, Santiago "Chago" Espinoza, Américo Caamaño, Pisan, destacan fácilmente. Así, es válido especular que muchas otras figuras estén recién iniciando sus trayectorias y que, a su debido tiempo, tendrán su merecido reconocimiento.
Para el desarrollo de estas figuras en formación o emergentes, en Tomé actualmente destacan algunos espacios e instancias destinadas a la producción y exhibición artística y cultural: el Centro Cultural Tomé; el Taller Pacífico; Fundación Tomé Rock; Chame's; se pueden mencionar rápidamente. Sin embrago, en la mayoría de los casos se trata de espacios u organizaciones pequeñas, generalmente autogestionadas y que trabajan a pulso.
Todo esto da cuenta de una tradición artística y cultural viva y admirable. Pero también hay que matizar el hecho de que, en la propia virtud que tiene su labor a pequeña escala y su espíritu artesanal, arriesgan perder en alcance e impacto ante audiencias y al desarrollo de la comuna en general. Acá en encontramos un nudo crítico que, en las líneas siguientes, intentaremos resolver a través de una propuesta.
Escuela de Artes y Oficios.
Es posible plantear la hipótesis de que, por su pasado textil, industria en la que convergen diseño de vanguardia y tecnología fabril, el modo de producción local no solo aportó bases materiales para que una franja importante de la población pudiera encontrar espacios para desarrollar actividades artísticas y culturales, sino que también pudo aportar inspiración que, en complemento con un privilegiado entorno natural, fue fermento de una vibrante escena creativa que prolonga su presencia hasta la actualidad.
En ese sentido, consideramos que existe un sustrato suficiente sólido para proyectar una vocación productiva basada en las industrias creativas y los circuitos culturales. El problema, sin embargo, es que no existe una institucionalidad que promueva el arte y la cultura como proyecto productivo viable; que transfiera conocimientos; y que permita la creación de empleos genuinos y sostenibles en el tiempo -más allá del ocio o la actividad complementaria.
En esa línea, para suplir ese déficit, consideramos que una alternativa posible y deseable puede ser la constitución de una institución formativa en el campo de las artes y oficio. O, derechamente, de una "Escuela de Artes y Oficios" -rescatando el nombre y tradición de las viejas Escuelas de Artes y Oficios que surgieron para formar a los cuadros de la industrialización chilena temprana.
En la actualidad, podemos encontrar ejemplos nacionales e internacionales que pueden servir de referencia de tradiciones formativas que florecen en el ámbito comunal y, por lo general, al alero de los gobiernos locales que asumen los costos y gestión de estas iniciativas.
En la Región de Valparaíso y al alero de la municipalidad tenemos la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar. De forma más reciente, tenemos la emergente Universidad Abierta de Recoleta, que ha implementado actividades no solo de docencia, sino que también de investigación y extensión -como una universidad propiamente tal.
A nivel internacional, especialmente en Argentina y España, es posible encontrar diversas iniciativas de "Universidades Para Personas Mayores" que son animadas por universidades tradicionales, pero ofreciendo formación gratuita en temas formación general sin importar el nivel educativo previo de sus estudiantes.
Aunque tal vez el caso más emblemático sea el de las Universidades Populares Alemanas. Las Volkshochschule florecen por cientos en el país europeo y gozan de alto reconocimiento social. Y llamativa es la Universidad Popular de Caén, en Francia, donde el filósofo Michel Onfray reivindica el aprendizaje en el compartir comunitario como fórmula pedagógica por excelencia.
Validez académica.
Por supuesto, ante estas propuestas, y en perspectiva de aportar la dimensión económico-productiva y laboral, queda la inquietud sobre el valor que eventualmente podrían tener estos trayectos formativos o las credenciales académicas que emita la entidad para sus estudiantes egresados. En ese sentido, en primera instancia, se puede evaluar la posibilidad de constituir la entidad bajo la figura de OTEC y de ese modo emitir credenciales que sean validadas por Sence o el sistema Chilevalora.
O, por qué no, en caso de que se conciban programas con cargas horarias extensas, pueda pensarse la homologación de estos trayectos formativos con instituciones de educación superior regionales (CFT/IP/Universidades) reconocidas por el MINEDUC. De paso, un mecanismo de homologación formativo podría significar una incipiente descentralización de las sedes de estas instituciones hacia comunas o barrios periféricos del Gran Concepción.
Por supuesto, la certificación académica, se entiende, sería el escenario ideal, ya que más allá del aporte en sí mismo que significaría contar con un espacio institucional de encuentro y transmisión formal del conocimiento en materia de artes y oficios, la presencia de instituciones de educación superior dentro de la comuna tributaría a la posibilidad concreta de abrir el camino a la definición y futura consolidación de la vocación productiva de Tomé. Todo esto, en coherencia con su pasado reciente y los desafíos sociales y productivos del futuro.