[resumen.cl] Un informe redactado por una comisión compuesta por integrantes de las ciencias ambientales y de las ciencias de la salud apunta a la necesidad de que la producción alimentaria mundial cambie radicalmente para mejorar la salud humana y evitar daño catastrófico al planeta. La llamada comisión EAT-Lancet señala que «La civilización está en crisis. No se puede alimentar prolongadamente a nuestra población con una dieta saludable mientras se mantengan en equilibrio los recursos planetarios. Por primera vez en 200.000 años de historia humana, estamos severamente alejados de la sincronización con el planeta y la naturaleza. La crisis se está acelerando, acercándose a los límites del planeta, y amenazando la existencia de la humanidad y otras especies» advierte el estudio que apunta a una necesaria gran transformación de la alimentación en el siglo XXI.
El grupo de ciencias de la Tierra que anteriormente había propuesto las 9 fronteras de la biosfera que en caso de ser traspasadas ponen en grave peligro la humanidad, en conjunto con la redacción de la revista de ciencias de la salud The Lancet han advertido que la dieta dominante que el mundo ha producido y comido por los últimos 50 años no es nutricionalmente óptima, que es la es mayor contribuyente al cambio climático, y que está acelerando la erosión y la pérdida de biodiversidad. A menos que no haya un comprensivo cambio en cómo el mundo come, no hay posibilidades de cumplir objetivos oficiales de Desarrollo Sustentable relacionados al Tratado de París en cambio climático, señala el estudio.
Los límites o fronteras planetarias definidas por la comisión están categorizadas por 6 sistemas ambientales que podrían sufrir grandes alteraciones por la manera en que comemos: cambio climático, pérdida de biodiversidad, uso de suelo, uso de agua dulce y flujos del nitrógeno y el fósforo, todo estos directamente relacionados a cómo se desarrolla actualmente la agricultura industrializada. Para cada una de estas problemáticas, la comisión fijó un límite operativo en el cual los sistemas alimentarios podrían desarrollarse para evitar una potencial catástrofe ambiental. Cabe recordar que la agricultura industrializada o agroindustria que ha transformado cerca de la mitad de la superficie continental de la Tierra, además utiliza cerca del 70% del suministro global de agua.
Esta comisión llamada EAT Lancet para la alimentación, salud y el planeta, abordó la necesidad de aplicar una nueva dieta de referencia saludable y universal, basada en análisis nutricionales en profundidad, y presenta un marco científico integral que define los límites planetarios sostenibles para los sistemas alimentarios, para formar una «Gran Transformación Alimentaria». Esta iniciativa es el resultado de más de 2 años de colaboración entre 37 expertos de 16 países, la comisión es informada por un rango de disciplinas, incluidas salud, nutrición, sostenibilidad ambiental, sistemas alimentarios, y gobernanza económica y política. La definición de la comisión para una dieta de referencia fue calculada a través de análisis de grupos alimentarios, con rangos apropiados propuestos para una ingesta diaria que podría conducir a una óptima salud y reducir las muertes prematuras en el mundo entre un 19 y un 23%.
El cambio de dieta que es necesario requiere una dramática reducción del consumo de de alimentos no saludables, tales como las carnes rojas, en al menos un 50%, con variaciones por región geográfica. Al mismo tiempo, un incremento general en el consumo de más del 100% es necesario para legumbres, frutos secos, frutas vegetales, con cambios variables por cada región geográfica.
«Para tener alguna posibilidad de alimentar a 10 mil millones de personas en 2050 dentro de los límites del planeta, debemos adoptar una dieta saludable, reducir el desperdicio de alimentos e invertir en tecnologías que reduzcan los impactos ambientales» señaló al portal Phys.org Johan Rockström el director del Instituto Postdam para la investigación del cambio climático.
El coautor del estudio Tim Lang, de la Universidad de Londres y parte de la comisión EAT-Lancet aclaró que «No estamos diciendo que todos tienen que comer de la misma forma, pero en términos generales, especialmente en países ricos, significa una reducción de la carne y productos lácteos, además de un aumento importante en el consumo de vegetales».
La dieta propuesta en el estudio considera aproximadamente 7 gramos de carne roja al día, con un máximo de 14 gramos. Cabe señalar que una típica hamburguesa en un local promedio de comida rápida pesa entre 125 a 150 gramos. Esto representaría una reducción drástica de entre 5 a 10 veces en las dietas de millones de personas en países ricos de Norteamérica, Europa, Medio Oriente y naciones emergentes como China, India y Brasil.
«Con respecto al clima, sabemos que el carbón es la fruta de baja altura, el combustible fósil más sucio» señaló Rockstrom «En el ámbito de los alimentos, el equivalente es la carne de vacuno alimentada con granos».
Esto debido a que estimaciones indican que para producir un kilo de carne de vacuno se requieren al menos 5 kilos de alimento de granos. La dieta también considera que los productos lácteos se limitarían a aproximadamente una taza equivalente a 250 gramos de leche entera, o su equivalente en queso o yogurt por día. Además de solamente uno o dos huevos por semana.
«Ya no podemos alimentar a nuestra población con una dieta saludable mientras equilibramos los recursos planetarios» señaló el editor en jefe de The Lancet, Richard Horton. La forma actual de alimentación basada en agroindustria, concentración de la propiedad de la tierra y megacorporaciones alimentarias, está causando epidemias de obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes en todo el mundo. Según el informe más reciente de la iniciativa de «Carga Global de Enfermedades» las dietas poco saludables inciden en hasta 11 millones de muertes prematuras evitables cada año.
Te puede interesar: AUDIO | Cerro a la Izquierda: Diabetes, obesidad y las enfermedades del sistema económico
Un reciente informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) precisa que el número de personas con privación crónica de alimentos aumentó desde 804 millones de personas en 2016 hasta casi 821 millones en 2017. Esto significa que 1 de cada 9 personas en el mundo sufren hambre. A esto se suma otro grave problema: el aumento de la obesidad con 672 millones de personas afectadas equivalentes al 13% de la población mundial adulta.
También puedes ver: ¿Qué le pasa al mundo? El presente humano entre la hambruna y la obesidad
El informe indica que en América del Sur el número de personas subalimentadas disminuyó de 29,6 a 20,7 millones entre el periodo 2004-2006 y el periodo 2015-2017. En la región, los países con un mayor número de personas subalimentadas son: Brasil (5,2 millones que representan el 2,5% de su población), Venezuela (3,7 millones que representan un 11,7% de la población), Colombia (3,2 millones que representan un 6,5% de la población), Perú (2,8 millones que representan un 8,8% de la población), Bolivia (2,2 millones que representan al 19,8% de la población) y Argentina (1,7 millones que representan al 3,8% de su población).
El negocio de la alimentación dificulta el acceso para la población más pobre y vulnerable.
Con la dispersión global de la colonización y el cercamiento privado de la tierra, la producción agrícola industrializada en función de la producción para el mercado, ha aumentado crecientemente en las últimas décadas.
Entre los factores que impiden la satisfacción de las necesidades alimentarias humanas se encuentran: la desigualdad social, desigual distribución alimentaria, conflictos militares y políticos además de una creciente vulnerabilidad de la propia agricultura e infraestructura social ante eventos climáticos extremos en un escenario cambiante.
También puedes ver: La economía política del hambre: ¿Por qué existe hambre en el mundo? La respuesta no tiene nada que ver con la falta de alimentos
Tal como ha señalado la propia FAO: "hay suficientes capacidades en el mundo para producir suficientes alimentos para alimentar a toda la población humana de manera adecuada. Sin embargo, pese a avances logrados en las últimas dos décadas, aún 821 millones de personas sufren hambre crónica"
Pero distintos análisis indican que las cifras de los informes de la FAO podrían estar subestimadas, y por lo tanto el problema podría ser mayor. Estas cifras son estimativas y tienen base en las estadísticas gubernamentales de cada país.
También se pueden considerar otros factores, tales como la huella de carbono de los productos ultraprocesados que viajaron desde otros continentes hasta las tiendas o el valor barato de venta de productos que pueden estar basados en ingredientes de dudosa calidad, confeccionados con paupérrimas condiciones laborales. También se debe considerar el factor de contaminación por agrotóxicos que puede sufrir la población cercana a los cultivos y quienes trabajan en estos.
Es un hecho reconocido que la producción moderna de alimentos incide en el cambio climático y a su vez, será afectada severamente por este. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático sitúa a los combustibles fósiles, los cambios de uso de suelo, y la agricultura como las principales causantes de emisiones de gases invernadero que contribuyen al cambio climático.
También puedes ver: Los océanos están absorbiendo más calor y el planeta es más sensible a los combustibles fósiles de lo que se creía, indica estudio
Un informe de la organización internacional que trabaja apoyando a campesinos y a movimientos sociales GRAIN indica que el sistema agroalimentario global es responsable de cerca de la mitad de todas las emisiones de gases invernadero emitidas a la atmósfera. Estas emisiones provienen de los campos de cultivo, los cambios de uso de suelo y la deforestación (especialmente el selvas tropicales), el procesamiento, empaque, transporte y los desechos del sistema.
De continuar creciendo las actuales demandas de energía, y al ser satisfechas estas mediante combustibles fósiles, así como de continuar el ritmo actual de producción del actual sistema agroalimentario, las concentraciones de dióxido de carbono para el final del siglo XXI podrían exceder las 900 partes por millón, lo que tendría consecuencias potencialmente catastróficas para las sociedades humanas. Si la temperatura promedio global sube por sobre cierto límite, procesos de retroalimentación positiva, donde un factor potencia a los demás progresivamente, podrían liberarse mucho mayores cantidades de carbono y metano desde sus reservorios polares y bajo el océano. Esto podría dar como resultado una transformación radical de las condiciones oceánicas y atmosféricas, acelerando las actuales tendencias de pérdida de biodiversidad, y dejando vastas regiones del planeta inhabitables para los humanos. Una investigación recientemente publicada alerta del riesgo de que nuestro planeta caiga un estado llamado "Tierra invernadero" con condiciones sumamente alejadas de la estabilidad que permitió el desarrollo de las sociedades humanas.
En este crítico y peligroso escenario global para las próximas décadas, es donde deberán acomodarse las iniciativas de aprovisionamiento alimentario. Para evitar una potencial catástrofe global por hambrunas masivas, es imperativa una transformación del modelo de producción y distribución alimentaria alejada de los cambios de uso de suelo, y los agronegocios dependientes de combustibles fósiles.
Una alternativa concreta es potenciar la soberanía alimentaria concepto definido como la capacidad del propio pueblo de una zona geográfica, de definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias, en función de objetivos de seguridad alimentaria y que sean viables o sostenibles en el tiempo. El concepto apunta a la protección de los mercados locales en contra de las políticas que buscan que los productos de la determinada zona sean comercializados en el mercado internacional más baratos y por debajo de los costos de la producción. Una de las principales críticas al modelo de agroindustria o agronegocios es que que por su vocación exportadora, no garantiza la soberanía alimentaria de los pueblos en los territorios donde son producidos los alimentos.
La soberanía alimentaria incluye el concepto de seguridad alimentaria agregándole una perspectiva integral: social, política, económica y ambiental. El objetivo de ambas es que todas las personas de una zona geográfica determinada tengan acceso físico, social y económico en todo momento a una cantidad suficiente de alimentos, que sea nutritiva y segura, para cubrir tanto necesidades nutricionales como preferencias culturales para un modo de vida saludable.
El estudio de la comisión EAT-Lancet ya ha generado críticas en el ámbito empresarial y otros sectores. «Es extremo para crear la máxima atención, pero debemos ser más responsables al hacer recomendaciones dietéticas serias«, dijo Alexander Anton, secretario general de la European Dairy Association.
«Esperábamos estos ataques», dijo Lang al portal de divulgación científica Phys.org «Pero las mismas compañías de alimentos que rechazan estos hallazgos se dan cuenta de que es posible que no tengan un futuro si no se adaptan», señaló.