Ocho días lleva en la Casa Blanca Donald Trump y las repercusiones de su nuevo mandato ya comienzan a sentirse a niveles internacionales. Uno de los impactos de la llegada del representante de la extrema derecha norteaméricana afectó a la población migrante residente en EEUU, la que ha sido blanco de cientos de deportaciones y que, al menos en Brasil, implicó el traslado de personas esposadas de manos y encadenados de pies.
Tal como se esperaba, Donald Trump inició su segundo periodo presidencial con medidas «antimigrantes», extremas, siendo parte de estas; la deportación en condiciones indignas para la población latina, la cancelación de visas, la supresión de la ciudadanía para los hijos de padres que no tengan esta situación al día, el despliegue de fuerzas militares en las fronteras y su cierre, redadas antimigrantes, entre otras. Parte de estas medidas terminaron con imágenes en Brasil, de personas deportadas esposadas de manos y pies.
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"Se detendrá inmediatamente toda entrada ilegal y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde proceden", declaró Trump el pasado 20 de enero al momento de su asunción a la presidencia dejada por Joe Biden, dando cuenta de un vuelco en las políticas migratorias entre ambas administraciones, por ejemplo, respecto al uso del programa, CBP One a través del que la población migrante podía acceder a la regularización de su situación en EEUU.
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Redadas en barrios latinos, la posibilidad de que las agencias federales de inmigración realicen arrestos en escuelas, iglesias y hospitales y el traslado de inmigrantes esposados de pies y manos, en aviones en mal estado, sin aire acondicionado han sido parte de las postales que ha dejado el actuar de Trump para con la población latina.
Es en este contexto de trato denigrante del gobierno estadounidense hacia la población migrante, importante fuerza de trabajo del país gobernado por Donald Trump, que distintos mandatarios y mandatarias latinoamericanas expresaron su repudio con las mencionadas medidas, catalogadas, entre otros, como un «desprecio hacia los Derechos Humanos».
Tras esta primera semana de iniciada la arremetida norteamericana contra la migración – un derecho humano- en EEUU, distintos mandatarios y mandatarias latinoaméricanas han criticado la persecución, arresto y deportación de manera «indigna» de decenas de personas.
Como ya es costumbre en el cono sur y ante el silencio de mandatarios como el chileno o argentino, Gustavo Petro fue el primer presidente latinoamericano en ponerle «coto» a la medida de Trump, prohibiendo la enterada de aviones militares norteamericanas con migrantes colombianos. «EEUU debe establecer un protocolo de tratamiento digno a los migrantes antes que los recibamos nosotros», declaró en su cuenta de X.
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Lo del mandatario colombiano fue más allá y pese a las especulaciones norteamericanas, Petro pactó con la Casa Blanca, no cedió a la imposición de Trump y logró condicionar la forma en la que podrían ser o no deportadas personas hasta Colombia. Entre estas están que las y los deportados no podrán volar en aviones militares, esposados o encadenados, además de dejar en claro que ante cualquier alza arancelaria contra Colombia, el país latinoamericano responderá con similares medidas económicas.
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A Petro le siguió Lula, en Brasil, donde durante los últimos días se pudieron observar personas descendiendo de aviones militares norteamericanas encadenadas, o esposados. Parte de los testimonios de quienes viajaron en dichos vuelos, dan cuenta de agresiones, tratos denigrantes e incluso vuelos en aviones en posible mal estado. Por este último motivo se instruyó el traslado de dichas personas en un avión de la Fuerza Aérea Nacional brasileña.
Quien también alzó la voz fue la presidenta de Honduras y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Xiomara Castro, quien interpeló al gobierno estadounidense declarando que, «sin pagar un centavo, por décadas, mantiene bases militares en nuestro territorio, que en este caso, perderían toda la razón de existir en Honduras». La misma mandataria llamó a una reunión urgente de la CELAC justamente para abordar las nuevas políticas migratorias de EEUU y cómo hacerles frente desde el cono sur de América.
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En México, la mandataria Claudia Sheinbaum se refirió a la labor de los mexicanos migrantes en EEUU y cómo su fuerza de trabajo colabora con la economía del país desde donde podrían ser deportados. Aseguró que participará de la reunión convocada por Castro para este jueves en la CELAC y que espera que las decisiones se tomen «con la cabeza fría».
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En la ONU también hicieron eco del llamado a la dignidad humana de las y los deportados, expresando, por medio del portavoz de la secretaría general, Stéphane Dujarric, que «la dignidad de los migrantes, refugiados y de quienes buscan asilo debe ser respetada, sus derechos deben ser respetados. Esto también reconociendo que cada país tiene derecho a controlar sus fronteras y fijar sus políticas, pero hay estándares que deben respetarse».
De esta manera y apenas a una semana de asumida la presidencia de los Estados Unidos por parte del republicano Donald Trump, el panorama de la migración pareciera que definirá, al menos en el corto plazo, las relaciones diplomáticas entre la Casa Blanca y Latinoamérica.
Lo anterior, debido a que ya se están condicionando, al menos en países como Colombia y Honduras, la permanencia tanto de reductos militares como de exportación hacia Norteamérica, como una forma de respuesta a la arremtida antilatina de Trump.