Hoy se cumplen 50 años de la muerte a tiros en Harlem de Malcolm X, una figura icónica, de profundo impacto global, que supo transformar la persecución racial en activismo revolucionario y cuyo legado contiene imprescindibles lecciones para las luchas actuales.
Os reconozco, sé quienes sois: conozco vuestra experiencia de primera mano». Con un lenguaje directo que resuena hasta nuestras días, Malcolm X demostró tener una habilidad para conectar con la gente fuera de lo común. Su lucha por la libertad y la justicia le hizo ganarse el respeto de muchos activistas en todo el mundo en una época (la década de los 60 del siglo pasado) marcada por los movimientos por los derechos civiles y las luchas anticoloniales y de liberación nacional. Pero Malcolm X no nació con ideas revolucionarias, ni siquiera con el deseo de cambiar el mundo. Sus vivencias personales y su experiencia dieron forma y carácter a este gran revolucionario.
Nació como Malcolm Little en 1925 en Omaha, Nebraska, y creció en una atmósfera de violencia racial. Sus padres, militantes afroamericanos, fueron regularmente atacados por turbas racistas. Poco después de que su padre fuera encontrado muerto (presumiblemente por un ataque del Ku Klux Klan), su madre sufrió una crisis nerviosa y fue internada en un hospital siquiátrico. El joven Malcolm deambuló entre reformatorios antes de instalarse en Nueva York, donde coqueteó con la delincuencia juvenil y fue encarcelado durante años por robo.
A la salida de prisión se inscribió en la organización Nación del Islam y durante los 14 años en los que Malcolm X militó en la misma contribuyó a convertirla de una pequeña secta religiosa en un imperio político que prosperó en la vorágine de las luchas por los derechos civiles de finales de los años 50. Sin embargo, la posición segregacionista negra, la consideración de la raza blanca como un producto de un experimento genético cuyo tiempo en la Tierra tocaba a su fin y los tejemanejes económicos que enriquecían a sus líderes hicieron que finalmente Malcolm optará por romper con la Nación del Islam y creara en 1964 la OOAU (Organización de la Unidad Afroamericana). Entonces, se puso manos a la obra intentando reformular la lucha por los derechos civiles, orientándola mediante la organización de las masas, la educación política y los frentes amplios hacia posiciones antiimperialistas, panafricanistas y anticapitalistas.
Sus antiguos correligionarios no perdonaron a su predicador más brillante, que estaba cansado de ser «propagandista de otros». «Defiendo la verdad sin importarme quién la diga, defiendo la justicia, y no me importa quién esté a favor o en contra. Ante todo soy un ser humano y, como tal, lucho por lo que beneficia a la humanidad en su conjunto». Hoy está fuera de toda duda que tres miembros de la Nación del Islam lo tirotearon. Lo que no está tan claro es quién ordenó disparar, máxime cuando intentaron matarlo varias veces y, como Martin Luther King, estaba bajo vigilancia de la CIA y del FBI y era objetivo del programa de contravigilancia gubernamental.
Revolución política global
«Mi vida ha sido un constante cambio», declaraba un Malcolm X que insistía en los lazos sistémicos entre la raza y el poder, y abogaba por internacionalizar la causa de los afroamericanos para conectarla con las luchas de liberación nacional que, mediante los alzamientos y la guerra de guerrillas, se propagaban particularmente en África. Frente a la táctica de no-violencia por la que apostó Martin Luther King, Malcolm X tomó una posición más radical y defendió el «poder negro» y el derecho a la autodefensa para guardar la dignidad humana como un derecho social inalienable. Se reunió con la nueva generación de líderes anticoloniales en Argelia, Egipto o Senegal y comenzó a hablar directamente en términos de revolución global, defendiendo la unidad de las clases sociales en torno a un mismo objetivo: la lucha antiimperialista.
Revolución para conseguir un mundo mejor, esta fue la idea que defendió antes de su muerte. En ese momento -y no tanto cuando defendía la separación de la raza negra- era realmente peligroso. Por ello fue objeto de un seguimiento atosigante por parte del Estado. Fue tiroteado antes de que desarrollara todas sus ideas revolucionarias, de que el mundo conociera un estallido de revoluciones que el propio Martin Luther King llamó «el lenguaje de los que no son oídos».
Allá donde alguien fuera segregado por razones socioeconómicas, juzgado por el color de su piel o cuando la dimensión racial de sus vidas moldeara de manera negativa su identidad, Malcolm X le hablaba directamente, con una honestidad brutal. Los desposeídos, quienes tenían pocas esperanzas y oportunidades encontraron en él una conexión vibrante que inspiraba orgullo.
Fue capaz de denunciar la hipocresía por la cual se pedía a los negros de África o América, a los desposeídos del mundo, que soportaran su opresión con paciencia y de manera silenciosa mientras que no se pedía lo mismo a los occidentales.
Y su mensaje continúa vigente. Sus aportaciones siguen siendo muy útiles para la lucha de ideas. El racismo institucionalizado es una parte integral del sistema capitalista global. Uno no puede ser combatido sin una oposición rigurosa del otro. Ningún gobierno puede pedir a quienes protestan contra la brutalidad policial en Ferguson que sean pacíficos y no violentos mientras que bombardea países indiscriminadamente. Mientras dure esa hipocresía y tanta codicia, las palabras de Malcolm X seguirán apuntando y marcando esas falsedades.
MLK vs. MX: ¿poner la otra mejilla versus ojo por ojo?
¿Martin o Malcolm? Es una pregunta recurrente cargada de falsas analogías y fáciles respuestas. Martin Luther King es venerado en EEUU, tiene su propia fecha conmemorativa oficial, su figura es menos controvertida y está asociada a la amabilidad, a la doctrina cristiana del «poner la otra mejilla». Por el contrario, Malcom X no tiene fechas en las que se celebren su memoria y su legado, era más polémico, musulmán y su imagen se asocia al «ojo por ojo» y a la idea del «by any means necessary» (sea como sea, por todos los medios necesarios) que algunos se afanan en asociarlo con la metodología del yihadismo. Nada más artificial y más lejos de la realidad.
No cabe la simplificación del «Martin era bueno y apostaba por la harmonía racial» y «Malcolm era demasiado violento y apostaba por el racismo negro». MLK no fue solo el memorable discurso del «I have a dream», ni MX «el negro más agresivo de América». Fueron amigos y se respetaron. Fueron sensibles a los desposeídos y a los vietnamitas masacrados. Ambos fueron muertos. Sus tragedias fueron las de aquellos líderes que nacen antes de su tiempo.