[resumen.cl] Desde hace décadas en la provincia de Concepción, diversos sectores de la comunidad han alertado acerca de la ausencia de procedimientos democráticos para definir qué se hace en nuestras ciudades y su delegación a supuestos expertos, además de las repercusiones de que el suelo sea considerado un recurso disponible para quienes tengan capital para comprarlo y/o vínculos con autoridades políticas para adjudicárselo. Actualmente, este debate se ha vuelto a plantear en el contexto del reclamo de vecinas y vecinos contra la construcción de grandes edificios, incoherentes con los requerimientos habitacionales de la población y perjudiciales para la calidad de vida de quienes habitan las ciudades. Para ahondar en estos fenómenos, Camila Barraza, licenciada en arquitectura y trabajadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS) respondió a las consultas de Resumen.
-En Chile, el suelo constituye un bien dispuesto a ser privatizado, mediando para ello el poder adquisitivo de agentes particulares. ¿Qué repercusiones tiene este hecho ya normalizado?
En Chile durante la dictadura cívica militar se realizaron grandes y profundas reformas económicas que perduran hasta el día de hoy, siendo una de las esenciales las relacionadas con el suelo urbano. Francisco Sabatini explica de manera muy clara estos procesos, definiendo las acciones con las que se implementaron estas reformas particularmente en Santiago y consignando los principios las sustentan. De manera muy breve me gustaría explicar estos principios porque creo que son necesarios para comprender el mercado de suelo urbano. El primer principio es la declaración del suelo urbano como recurso no escaso; el segundo supone que los mercados son los mejores asignadores de tierra entre los distintos usos, lo que quiere decir que los usos de suelo deben ser establecidos de acuerdo a su rentabilidad; y tercero de que las decisiones sobre el suelo se deben regir por disposiciones flexibles, definidas por requerimientos del mercado. Estos principios terminan finalmente liberalizando y privatizando el mercado de suelo urbano, que con el tiempo ha ido profundizando un sistema urbano neoliberal, aumentando el valor del suelo urbano, fortificado un sector privado de promoción inmobiliaria fuerte, dejando los usos urbanos de fines privados y estatales en manos del mercado, profundizando la segregación y la pobreza urbana.
En este sentido, hoy día vemos cómo se van creando y aplicando políticas que profundizan este urbanismo neoliberal y que hacen del Estado un actor cada vez más ausente en estas materias. Actualmente, tenemos la discusión de la política de integración urbana y el comienzo de la implementación de la ley de aportes al espacio público, ambas iniciativas que terminan dando incentivos al sector privado para que siga invirtiendo y dejando en sus manos la supuesta integración social y el financiamiento de las obras de espacio público. Ahora vamos a depender de que haya inversión inmobiliaria para poder tener espacios públicos de calidad, porque el privado será el que financiará estas obras.
Hemos visto en nuestra comuna cómo obras, como el puente Bicentenario, ex Chacabuco, financiada por el Estado, que ha estado en construcción por casi 10 años (mejor ni imaginar la cantidad de recursos que se han ido en esa construcción) han fomentado la inversión en la zona alta de San Pedro de la Paz, que conecta justamente con este puente que para construirse debió erradicar a cerca de 400 familias de Aurora de Chile, quienes ha tenido que vivir un fuerte y violento proceso de desterritorialización.
Este ejemplo es uno de los mejores para mostrar las repercusiones que tiene esta gestión neoliberal del suelo, donde el Estado pasa a ser un intermediario que tiene como función dar las condiciones para que el privado pueda invertir y gestionar (o sea decidir) el espacio urbano.
-Se ha iniciado el quinceavo proceso de modificación al plan regulador comunal. ¿Por qué esto es relevante para la comunidad penquista?
La regulación del suelo en Chile está enmarcada en la discusión que dimos en la pregunta anterior. Es una regulación regida por el mercado. Ya todxs nos hemos dado cuenta que la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) es un actor determinante, entonces vale preguntarse ¿por qué el privado tiene voz en la discusión pública? ¿por qué es capaz de incidir en las decisiones?
La modificación del PRC de Concepción es eso, una modificación. ¿Por qué no plantear un nuevo Plan Regulador? La discusión de las alturas es interesante en términos de morfología urbana, en la discusión sobre la calidad de espacios públicos, y en la calidad de la vivienda en términos de asoleamiento. Pero está lejos de ser la única discusión. Para mi, un problema interesante de mirar es que sean 22 o 12 pisos quién tiene la posibilidad de construir esas obras es el mismo y por lo mismo sean 22 o 12 pisos, quienes deben dejar los barrios en que vivieron toda su vida son las mismas personas, quienes se ven presionados y acechados por los agentes inmobiliarios, quienes deben soportar el ruido, la falla de cañerías, la falta de luz, el aumento de gastos de contribuciones, basura, etc. En Chile, mejor calidad de espacio público y más renovación urbana significa aumento del valor del suelo, y esto hace que no todos tengamos acceso a eso. La altura se debe problematizar en toda su complejidad, y el Plan Regulador limita esa discusión porque solo ve aspectos normativos, necesitamos discutir sobre la permanencia de quienes habitamos los territorios, desde las identidades que construyen comunidad, desde los valores del suelo, etcétera.
Para mi, lo más importante de esta discusión sobre la modificación al PRC, es que se ha posicionado una necesidad en las comunidades por discutir sobre lo urbano, por informarse y debatir en estos aspectos. Finalmente quienes habitan estos proyectos en altura son las personas que tienen acceso económico, y quienes son afectados por el alza de precios que fija el mercado somos todxs, los arrendatarios y los pequeños propietarios. El desafío va muchos más allá de el PRC, y en ese sentido creo que el contexto nos favorece, porque la discusión por una nueva constitución por ejemplo, nos abre la posibilidad de plantearnos el habitar desde una perspectiva de derecho.
-¿Cómo describirías el contenido del plan regulador comunal en cuanto al aseguramiento de calidad de vida para las y los penquistas?
Desde mi punto de vista el plan regulador está definiendo zonas de inversión fuera del centro. Esto puede mejorar las condiciones urbanas, de espacio público y de conectividad, pero es importante tener cuidado con los efectos en relación al alza de precios de suelo y al desplazamiento de población que esto puede significar, sobre todo en sectores de interés empresarial como Collao o Barrio Norte. En este sentido, el plan regulador y las modificaciones que se presentan, pueden asegurar un desarrollo inmobiliario menos invasivo desde el punto de vista de sus efectos en cuanto a sombra, congestión vial, y sobrecarga de cañerías, pero que en términos de uso y zonificación no modifica mucho lo que ya hay hasta ahora.
Por otra parte se comenzarán a implementar los Planes de Inversión en Infraestructura y Movilidad, que surgen con la Ley de Aportes al Espacio Público, que por lo que tengo entendido da incentivos constructivos a la inversión inmobiliaria, lo que puede significar que ese artículo que sacaron del PRC actual, que justamente permitía la altura libre de la edificaciones si es que se cumplía con ciertas condiciones constructivas, ahora se aplique en virtud de una ley.
No estoy segura de cuánto finalmente es lo que efectivamente va a regular este plan regulador en un contexto en que se busca perfeccionar esta gestión neoliberal del territorio. Tengo mis dudas y desconfío, sobre todo porque estos instrumentos regulatorios pueden ser fácilmente modificados, depende del gobierno local de turno y de las presiones de los sectores influyentes y de esto tenemos varios ejemplos como el del sector de La Costanera. Entonces son planes que están sujetos a la modificación constante y muchas veces ni siquiera nos hemos enterado de estas porque la participación ciudadana no es efectiva.
Finalmente, creo que hay que estar mirando estos procesos con detención. Desde las comunidades debemos fiscalizar y estar atentas, y tener la capacidad de poder posicionar lo territorial y el habitar como un derecho que asegure desde ahí nuestro derecho al uso, a la permanencia, y a nuestro desarrollo en el territorio.
-Durante bastante tiempo se han erigido edificios de gran altura en la comuna y la provincia en general, albergando una gran cantidad de viviendas en su interior. ¿Cuáles son los impactos más inmediatos para quienes viven a su alrededor?
Quienes más saben sobre esto son quienes habitan estos sectores de crecimiento inmobiliario. Creo que es importante analizar según las temporalidades, es decir antes, durante, y después de la construcción. En el antes hay cosas muy interesantes, en el análisis de la gentrificación urbana se habla de un proceso de abandono y degradación previa de los sectores que se quieren renovar, en América Latina se habla del abandono de edificios públicos, la llegada de grupos peligrosos, consumidores de pasta base en nuestro caso, la falta de acceso a servicios y equipamientos, donde la comunidad esta perdida, o sea que no hay ni afectos por nuestros vecinos y nuestro barrio. En los sectores más acomodados, como en los centros urbanos más consolidados, donde no es tan terrible el proceso pasa que, por ejemplo, comienzan a subir el pago de contribuciones y muchas familias que heredaron casonas ya no pueden hacerse cargo de esos costos, ni invertir en otro tipo de uso para esas propiedades. Creo que en muchos barrios hemos visto y experimentado estos procesos aquí en Concepción, y lo que sigue es que ya una vez que nos sentimos inseguros y que prácticamente pasamos nuestra vida encerrados, o cuando no nos podemos hacer cargo económicamente de mantener estas propiedades, es que llega un ángel a tocarnos la puerta, que suele ser un agente inmobiliario, que nos hace una gran oferta por nuestro terreno, incluso nos regalan un departamento nuevo. Imagínate lo que es esto para una abuelita que no tiene plata para arreglar su casa, ni nada que dejarle a sus nietos. Es nefasto, es muy violento, porque juegan con nuestra precariedad y esta es la base para que esto funcione. Y bueno, luego de que ya se pudieron comprar terrenos a algunas personas, comienza el desarrollo inmobiliario, vecinos que no vendieron tienen que enfrentarse a una serie de impactos que van desde el impacto directo a sus terrenos por las obras que se ejecutan, sufrir trizaduras de muros, que su terreno ceda por las grandes excavaciones, soportar ruidos, corte de servicios básicos, basura, etcétera. Y una vez construidos los "adefesios", se dan cuenta de que no tienen sol, que salir de sus casas en auto se hace imposible por el alto flujo vehicular, que los problemas de cañería se agudizaron y que más encima si empiezan a construir mucho los agentes te acosan, de hecho hay gente que tiene que poner letreros de "No se vende". Esto hace que la vida en los barrios se vuelve invivible, porque además sube el costo de la vida, y que la gente se vea obligada a vender y a irse lejos del centro.
Por otro lado quienes no somos propietarios hemos experimentado un alza absurda de los precios de los arriendos porque finalmente son los dueños de estas construcciones las que fijan los precios del mercado, entonces los departamentos antiguos que antes costaban menos de 300 mil pesos, ahora subieron escandalosamente porque, si en estas torres nuevas arriendan departamentos tipo studio a ese precio y no son ni un tercio del espacio que ofrecen los departamentos antiguos se ven obligados a subir el precio.
Finalmente los impactos no son solo para quienes viven alrededor, es parte de la dinámica urbana, y por lo tanto todos nos vemos afectados directa o indirectamente.
– ¿Qué ocurre en la identidad y la idiosincrasia de la comunidad que coexisten dentro o alrededor de estas estructuras?
Como mencionaba anteriormente los procesos urbanos no son algo que se dé de un día para otro. Son procesos complejos y extensos. Dentro de los efectos de todas las políticas neoliberales que se hicieron en dictadura, y de toda la profundización de estas que se hicieron en democracia, está el cambio cultural y social.
El otro día fui a ver una obra de teatro donde en la presentación el director habló sobre cómo durante estos periodos despojaron a la clase popular del lenguaje, de la retórica, de la poesía, de la lectura. Muchos de nostrxs tuvimos abuelas y abuelos que en las fiestas declamaban poemas, esto lo he hablado con muchas amigas. Bueno, así mismo también nos despojaron de la comunidad, de la organización, de lo común, de lo solidario. Nos convirtieron en seres competitivos e individualistas, nos convirtieron en consumidores. Y en los barrios eso es lago que se siente. Me gusta creer que después del 18 de octubre esto está cambiando. En mi barrio ha cambiado, se nota en la plaza, en los saludos, en las redes de apoyo, en la organización. Pienso que quizás la ciudad, la urbe pudo crecer de manera despiadada, en parte también por eso. Porque nadie la defendió. Son casos aislados, como Aurora de Chile que siempre vale la pena mencionar, las poblaciones que han levantado disputas importantes en este sentido.
En el centro de concepción previo al 18 de octubre también se levantaron algunas organizaciones, pero porque ya no podían más de edificios. Creo que hoy día no se les va a hacer tan fácil [al empresariado], porque en muchos lugares lxs vecinxs se están conociendo. Están generando redes de afecto, que hacen que ahora estemos decididos a permanecer en nuestro territorio porque lo queremos. Ya no es solo la defensa de mi propiedad, es también el hecho de cuidar mi entorno y cuidar a mis vecinos, de cuidar la plaza, la escala, los negocios, las escuelas, los parques, los cerros, los ríos. Ya no soy yo, mi ventana con sol y mi patio. Apareció lo común. Creo que esta pregunta hoy día tiene una respuesta distinta a la que podría haber tenido hace 4 meses. Quienes coexistimos con estas estructuras ya no queremos coexistir con más de ellas. No de esta forma, y eso se ve en los rayados de las calles y se escucha en las asambleas.
En el fondo no es solo que nos priven del sol, sino que también se modifican las formas-de-vida, se va el negocio chico y aparece el supermercado capaz de abastecer a toda esta población nueva, aparecen nuevos lugares para comer, nuevos comercios y una serie de equipamientos en los que las comunidades no pueden influir. Creo que todo eso es lo que hay que empezar a pensar. Se nos abre la pregunta de cómo queremos habitar en y con el territorio en el que estamos, y eso más que el plan regulador, lo definimos nosotrxs como desafío creativo y colectivo.
Foto: Archivo de Cedeus.