[resumen.cl] Por estos días se cumplen cincuenta años de la visita de Fidel Castro a Chile, durante el gobierno de Salvador Allende. Arribó a Antofagasta el 10 de noviembre de 1971, para comenzar a recorrer distintas zonas del país siendo recibido cariñosa y efusivamente por millares de hombres y mujeres en las salitreras Pedro de Valdivia y María Elena, en la cuprífera de Chiquicamata, en la plaza Prat de Iquique, en Puerto Montt, en el centro ovino Rio Verde de Magallanes, en Tierra del Fugo, en la entonces Universidad de Punta Arenas, en el campamento Sewell de la mina El Teniente, en el estadio de Rancagua, en Santa Cruz, en Santiago con la CUT, con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), con el movimiento de Cristianos por el Socialismo y con una multitud de organizaciones populares con quienes compartió sus interpretaciones de problemas cruciales de la coyuntura de entonces.
Desde Iquique, Fidel Castro viajó hasta la provincia de Concepción. Llegó el 17 de noviembre y el primer acto público de esta escala fue luego de una visita la siderúrgica Huachipato. Es interesante leer cómo se refiere al problema de la producción, que luego por el boicot patronal se manifestaría críticamente, y a la necesidad de las naciones que habían optado por un camino de soberanía ante el imperialismo y de dignificación de su clase trabajadora, de unirse para afrontar juntas tales situaciones.
«Cuando estábamos en las minas de Chuquicamata, estábamos viendo aquellas maquinarias que están allí, y pensábamos: ¿Cómo se las arreglarán los chilenos si tienen problemas como los que tuvimos nosotros, que de repente nos bloquearon, nos cerraron piezas de repuesto, máquinas y todo? ¡Ah!, pero si ustedes tienen una industria de acero y tienen buenos talleres de mecánica, hacen la inmensa mayoría de los componentes de aquella industria del cobre, para que nada ni nadie pueda parar la industria del cobre si vienen agresiones de tipo económico contra Chile (APLAUSOS). Es decir, eso es una gran ventaja.
A nosotros nos han dicho que ustedes tienen magníficos obreros calificados en la industria mecánica. Y me explicaron que muchos de los componentes de aquella industria del cobre se fabrican aquí, y algunas de las piezas grandes, y algunas de las piezas pesadas. Claro, cuando se trata del transporte --unos camiones gigantescos allí-- hay que importarlo. Hasta las gomas hay que importarlas, aunque ya están pensando producir las gomas, para ahorrarse como un millón y medio de dólares en esa cuestión. Las grúas grandes tienen que comprarlas, porque imagínense países pequeños que necesitan tres grúas por año, ¿cómo pueden desarrollar una industria? Entonces tienen que ir a la gran potencia económica que sí tiene grandes industrias, y que las venden caras a más no poder.
Porque a veces nosotros hemos estado viendo algunas máquinas, y decimos: estas máquinas, ¿cuánto cuestan estas máquinas? Nos dicen: «No, esas valen casi un millón de pesos.» Y uno analiza, calcula, y se pone a meditar, y se da cuenta de que aquellas máquinas no deben costar más de 250 000 dólares producirlas. […]
Y nos venden muchas de esas maquinarias a nuestros países a precio de monopolio. Y encima de todo eso, si se ponen bravos, les da la gana de amenazarnos con que no nos mandan las piezas. Es una tremenda desgracia.
Por eso cuando nosotros hablamos de revolución, cuando hablamos de independencia, cuando hablamos de patriotismo, no solo nos referimos a la cuestión elemental de la justicia social, porque ya el hombre ha ganado suficiente conciencia como para saber que la explotación del hombre por el hombre tiene que acabarse. Nos referimos incluso a la posibilidad de que una nación pueda vivir. ¿Y así vive? ¿Cómo? ¿Prestado? ¿De misericordia? ¿Sin ninguna seguridad? ¿Expuesta a todo tipo de agresiones?
Esa es la importancia que tiene el desarrollo de los países y es la importancia que tiene la producción de acero. Esa es la importancia que tiene la unión de nuestros pueblos. Esa es la importancia que tiene la unión de nuestros países. Porque a nosotros, divididos, nos pueden hacer daño --y nos hacen bastante--, y nos tratan de aplastar, aunque no nos aplasten, porque a Cuba solita allí no la pudieron aplastar de ninguna manera (APLAUSOS).»
Luego de esta visita, el Comandante se dirigió hasta el Estadio Regional donde pronunció un discurso refiriéndose a múltiples vicisitudes propias de un proceso de transformaciones profundas en un país, en particular a las de Cuba y de cómo las habían abordado hasta entonces.
«José Martí dijo que en una revolución no todo tiene olor a clavellinas, que en una revolución no todo es color de rosa. Incluso en una revolución muy poco es color de rosa. ¡Color de rosa es, en todo caso el camino que los revolucionarios se proponen para la humanidad del futuro! ¡Bello y hermoso es el porvenir que los revolucionarios se proponen para el futuro! (APLAUSOS.) Pero los revolucionarios no podemos hablar de ningún presente color de rosa. Los revolucionarios no podemos hablar de ningún bello presente. Los revolucionarios en todo caso podemos hablar de un presente abnegado, de un presente de trabajo, de un presente heroico, de un presente de sacrificio, de un presente de gloria.
Por eso, cuando pretenden presentar las dificultades de las revoluciones, los imperialistas realmente están presentando la causa de las revoluciones. Que no tenemos desarrollo económico, que no tenemos industrias, que prácticamente todo tenemos que importarlo, que nuestros países eran factorías productoras de materias primas a bajo costo, consumidores de artículos industriales del mundo imperialista a un alto costo. ¡Quién lo ignora! Esa es precisamente una de las causas de las revoluciones.
Por eso nosotros no hemos intentado jamás en nuestra patria ocultar las dificultades de nuestra Revolución, no hemos intentado jamás siquiera tratar de ocultar los errores de la Revolución. Por el contrario: una característica de nuestra Revolución es siempre señalar nuestros problemas, nuestras dificultades, nuestros errores, con absoluta honradez (APLAUSOS).»
Al siguiente día, Fidel Castro fue conducido hasta Playa Blanca en Lota, donde compartió con miles de mineros y mujeres que concurrieron en tren hasta el punto de encuentro, luego de que bajara a una de las minas de carbón. Ahí, hizo un reconocimiento a la solidaridad de los trabajadores cuando Cuba fue invadida por mercenarios pertrechados por Estados Unidos en abril de 1961.
«A nosotros nos conmueve profundamente recordar que cuando nuestra patria, aquel 17 de abril, cuando los mercenarios armados y dirigidos y apoyados por los imperialistas invadieron nuestra patria, los obreros de estas dos minas, a 8 000 kilómetros de distancia, que solo conocían de Cuba el nombre, que solo conocían de la Revolución Cubana las noticias que de allá llegaban --tal vez fragmentarias, tal vez tergiversadas--, decretaron 48 horas de huelga en apoyo de la Revolución Cubana en aquel momento crítico de su vida, cuando era criminalmente agredida.
¿Qué significa eso? Eso significa internacionalismo. ¡Eso significa internacionalismo proletario! No fueron los aristócratas, no fueron los millonarios en ninguna parte del mundo los que podían expresar ni habrían expresado jamás la solidaridad con el pueblo cubano, sino precisamente los obreros que trabajan en las más duras condiciones en el fondo de la tierra. Fueron ellos los que expresaron de esa forma su solidaridad.
Y qué emocionante, un día como hoy, cuando esas minas son ya por entero del pueblo chileno, poder venir aquí, reunirnos con ustedes, y en nombre de nuestro pueblo darles las gracias.»
Luego, Fidel Castro fue hasta Tomé donde compartió su interpretación de los procesos de estatización implementados para con la industria textil, luego que empresarios del rubro se negaran a continuar la producción como una forma de desestabilizar el gobierno de la Unidad Popular.
«Nos alegramos mucho de ver que tienen ustedes magnificas industrias textiles que ahora son del pueblo, que están produciendo magníficos productos para el pueblo chileno; que tienen industrias madereras, y que tienen distintos tipos de industrias; y que aquí en esta ciudad hay importantes centros de producción social, que hay un importante núcleo obrero, que es un baluarte del movimiento popular chileno y que es un baluarte de la clase obrera chilena.
Ahora ustedes están en todas esas industrias trabajando para quién. ¿Para quién trabajan?
(DEL PUBLICO LE DICEN: «¡para Chile! ¡Para el pueblo! ¡Para nosotros!»)
Trabajan para Chile, como dijo uno; para el pueblo, como dijo otro; para nosotros, como dijo otro.
Hoy ustedes no trabajan en esas industrias en beneficio de nadie. Hoy ustedes, al igual que los obreros de Lota y Coronel, y al igual que los obreros de Huachipato, trabajan para Chile, trabajan para el pueblo, trabajan para ustedes.
Y ese es en esencia el contenido moral del socialismo: trabajar para el pueblo, trabajar para la patria, trabajar para el hombre y, sobre todo, trabajar para el mañana.»
Finalmente, en la misma jornada del 18 de noviembre, Fidel concurrió hasta la Universidad de Concepción donde lo esperaban millares de estudiantes de diversas tendencias y agrupaciones políticas. Ahí, en el foro del recinto propuso que se le hicieran preguntas ante lo que las organizaciones de mayor representación enviaron sus preguntas. La Juvetud Socialista consultó: «Se dice que este gobierno es reformista, y por lo tanto no se trata de un gobierno revolucionario. ¿Considera usted que nuestra experiencia o vía chilena es un camino revolucionario que nos llevará a la patria socialista?»
Luego de algunas aclaraciones Fidel Castro contestó:
«En realidad yo no soy quien debe juzgar al gobierno chileno. Yo puedo dar mi opinión sobre la cuestión de si es un proceso reformista o es un proceso revolucionario. Pero les voy a decir una cosa: está muy bien lo que se dice de discutir, no hay por qué tener miedo a discutir. Correctísimo. Pero entre ustedes. La discusión es entre ustedes. Yo no tengo ninguna prerrogativa para participar en ese tipo de discusiones.
Si ustedes me dicen que un día nosotros formamos ya una comunidad de países, en que todos los problemas nos conciernen a todos y tenemos el derecho a opinar, ese día nosotros opinaremos también en cualquier discusión. Pero en las actuales condiciones nosotros podemos, si queremos, cuando conversamos con chilenos, dar una opinión de algo, si nos la piden, exponer un criterio en un terreno de intimidad, pero no públicamente, no públicamente hacer juicios sobre lo que está bien o está mal, o sobre lo que a nosotros nos parezcan errores. Porque en realidad estaríamos sembrando un precedente y estaríamos actuando absolutamente en contra de lo que se supone son nuestros derechos.
De manera que un análisis de los errores y de los aciertos del gobierno yo no puedo hacerlo. Eso es algo que les corresponde en sí por entero a los chilenos (APLAUSOS).
Ahora bien: si a mí me preguntan qué está ocurriendo en Chile, sinceramente les diría que en Chile está ocurriendo un proceso revolucionario (APLAUSOS). Y nosotros incluso a nuestra Revolución la hemos llamado un proceso. Un proceso todavía no es una revolución. Hay que estar claros: un proceso todavía no es una revolución. Un proceso es un camino; un proceso es una fase que se inicia. Y si en puridad de concepto la debemos caracterizar de alguna forma, hay que caracterizarla como una fase revolucionaria que se inicia.»
Martín Zilic, quien luego fue intendente de la región del Biobío en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y luego ministro de educación durante el primer gobierno de Michelle Bachelet hizo la siguiente pregunta en representación de la Democracia Cristiana Universitaria:
«Comandante Fidel Castro: Los cristianos en América Latina desde hace muchísimos años han comenzado una lucha frontal para liberar a su pueblo de la dominación del imperialismo norteamericano. Nosotros sabemos que en Cuba los cristianos aportaron lo mejor de ellos a la Revolución. También sabemos que muchos de ellos la traicionaron [...] Pero, Comandante, usted bien sabe que son muchos en América Latina los que repiten quejumbrosamente que estos valores han sido traicionados en Cuba después de la instauración de un régimen marxista. Repiten que los cristianos han sido relegados a un segundo plano o marginados de Cuba.
Nosotros, los jóvenes Demócratas Cristianos, queremos que usted nos diga cuál fue la participación de los cristianos en la Sierra Maestra, en los albores de la Revolución, y cuál es hoy la participación de ellos --como cristianos y como cubanos-- en la construcción del socialismo.»
Ante esta consulta, respondió:
«Bueno: yo voy a decirle en realidad que no puedo aceptar la afirmación que aparece en el primer párrafo de que "los cristianos en América Latina desde hace muchísimos años han comenzado una lucha frontal para liberar a su pueblo de la dominación del imperialismo norteamericano" (APLAUSOS).
En este terreno, un poco más en la cosa general, puedo hablar con toda claridad. El movimiento de lucha de los cristianos en América Latina no data de "hace muchísimos años", sino es más bien un fenómeno reciente --es más bien un fenómeno reciente--, que nosotros apreciamos y saludamos y lo vemos como un acontecimiento altamente positivo. Pero es un fenómeno reciente…»
Seguidamente, el representante de la Juventud Nacional Universitaria consultó:
«Compañeros universitarios: Comandante Fidel Castro, Primer Ministro de Cuba: Usted visita nuestra Universidad y usted ha pedido preguntas. Se la vamos a hacer.
Le decimos a usted, señor Fidel Castro, que nos interpreta su lucha en la Sierra Maestra y su partida como nacionalista, sin compromisos con el capitalismo ni con el socialismo marxista.
Señor Fidel Castro: Nosotros en este momento no estamos de acuerdo con usted. Sabiendo que en la guerrilla de Sierra Maestra (EXCLAMACIONES DE PROTESTA)… sabiendo que en la guerrilla de Sierra Maestra estuvieron junto a usted trabajadores y estudiantes de diversos partidos y movimientos políticos cubanos, nosotros le preguntamos: ¿Qué razones ha tenido usted, señor Fidel Castro, para que en Cuba no haya elecciones como en Chile? (EXCLAMACIONES DE PROTESTA.)»
Ante lo cual Fidel Castro contesta:
«Fíjate: en primer lugar la mentira histórica… ¿Cómo yo no le voy a dar personalidad? ¿Vamos a negar la mentira? La mentira existe.
Dice: "Sabiendo que en la guerrilla estuvieron junto a usted trabajadores y estudiantes de diversos partidos y movimientos políticos…" Esa no es la verdad. Nuestro primer núcleo guerrillero se organizó con gente que no era de diversos partidos políticos, sino gente que nosotros habíamos reclutado con nuestro movimiento. Y los que constituyeron el núcleo de nuestro Ejército Rebelde, obreros y campesinos sin partido, ¡sin partido! (APLAUSOS.) O que habían sido alguna vez incluso de partidos tradicionales. Porque sabido es que los partidos tradicionales a veces tienen a un guajiro en su partido y a un obrero en su partido, por la mentira. Porque son irreconciliables los intereses del explotador y del explotado. ¡Son irreconciliables! (APLAUSOS.)
Sin embargo, en nuestro país veíamos muchas veces a un campesino, a un obrero, afiliado a un partido de derecha, afiliado al partido de sus enemigos de clase. ¿Qué es eso? Falta de conciencia política. Nuestra Revolución les dio conciencia política a los obreros y a los campesinos.
Ahora, ustedes posiblemente ignoren que al triunfo de la Revolución todavía nosotros manteníamos la consigna de elecciones, ¡la manteníamos! ¿Por qué? Por lo que dijimos: el programa del 26 de Julio todavía no era un programa socialista. No quiere decir que nosotros no fuéramos socialistas. Yo no voy a decir que era comunista, pero yo había tenido la gran suerte de haber pasado un proceso intelectual especial: hijo de terrateniente --tenía razón para ser reaccionario--: educado en colegios religiosos donde iban los hijos de los ricos --una segunda razón para ser reaccionario--: viviendo en un país como Cuba, donde todas las películas, donde el cine, todo lo que se publicaba y se exhibía era "Made in USA" --tercera razón para ser reaccionario--: ingreso en una universidad donde de 20 000 estudiantes solo había 30 estudiantes antiimperialistas, y entre esos 30 estaba yo, al final. Cuando ingresé había acabado de salir del colegio el hijo del terrateniente, analfabeto político por añadidura. ¡Y estudiando economía política burguesa!
[...]
Al fin y al cabo yo soy un señor que tiene responsabilidades políticas en Cuba --al fin y al cabo--: al fin y al cabo yo puedo ser un enemigo interesado de la democracia: al fin y al cabo va y yo soy un individuo que tengo una ambición de poder terrible y que no quiero que me muevan de un cargo, y, por lo tanto, soy por ello un enemigo jurado de las elecciones. Yo creo que sería mucho mejor que cualquiera de los lectores de algunas de esas bibliografías que tanto nos menoscaban, que nos insultan y nos llaman tiranos, etcétera, etcétera, etcétera, lo mejor que puede hacer… Y sobre todo, tú mismo, una persona que ha tenido el valor de venir aquí a hacer su pregunta. Te han criticado algunos, pero yo te apoyé. ¿Por qué? Porque prefiero a la gente que tiene el valor de venir y discutir y plantear una cosa, y la respeto. Pero yo te propongo lo siguiente: que organices un viaje a Cuba, te metes en todas las fábricas, en todos los sindicatos, con los campesinos, con los estudiantes, y les hagas a ellos la pregunta de por qué en Cuba no hay elecciones (APLAUSOS y EXCLAMACIONES).»