Sr. Director
Hoy se realizará la elección menos significativa para la población del país que se ha convocado durante las últimas décadas. La intrascendencia es propia de un proceso totalmente pauteado y limitado por la misma clase política que se ayuda entre sí para sobrevivir.
Acá, el arma de la obligatoriedad ha sido utilizada para su favor. Incluso, me atrevería a decir que ha sido utilizada como amenaza. Quizá la expresión más clara fue la publicación realizada hace algunos días por el Gobierno, donde se dan tres «razones» para ir a votar.
Uno esperaría argumentos políticos, que permitan convencer de asistir a su autoconvocada fiesta de la democracia. Pero no, tres de tres razones se sustentan en la obligatoriedad, el tergiversado «deber cívico» y la eventual multa a la que se está sujeto.
El sarcófago de la clase política necesita validar su existencia. Para esto, encontró cabida en el cronograma electoral del cuestionado proceso constituyente (volumen 2).
El mensaje impulsado es claro: debemos votar porque es obligación. Así, se les cae toda la parafernalia que han construido durante décadas de lo fundamental que sería la participación de la población en el marco de una democracia tutelada.
Así, los emplazamientos basados en la obligatoriedad forman parte de una acción conjunta desesperada de la clase política chilena, la cual solo busca verse beneficiada en sí misma
Teniendo en cuenta esto, ojalá no se hagan los sorprendidos con los resultados, como tampoco la población se ha hecho la sorprendida de sentirse nuevamente manipulada, descontenta y desapegada.
J. Arroyo Olea