En memoria de Juan Arévalo Figueroa: las huellas de un actor prodigioso

¿Qué se espera de un actor? Respuestas probables son: presencia, exactitud, proyección, pero por sobre todo honestidad. Y quizás esta última fue una de las características más notables del intérprete Juan Arévalo, demostrándolo cada vez que se posaba sobre las tablas o frente a las cámaras.

Nora Fuentealba Rivas

Juan Arévalo Figueroa, nació en la ciudad de Angol falleciendo este 23 de agosto a sus 87 años. Arévalo llega a Concepción siendo un veinteañero, y desde ese momento la ciudad lo ha abrazado como si fuese uno de los ciudadanos más notable de sus calles.

Tras irse de Angol, el actor optó por estudiar la carrera de Derecho en la Universidad de Chile; pero en 1969, según lo escrito en Historias del Teatro de la Universidad de Concepción, luego de que David Stitchkin dejase la rectoría y esta fuese asumida por Edgardo Enríquez, el Teatro de la Universidad de Concepción llamó a concurso para completar su elenco con cinco intérpretes más. Al enterarse de esto, Juan Arévalo audiciona y queda, convirtiéndose en miembro del elenco estable.

De su participación en el TUC destacan obras como: Blues para Mister Charlie de James Baldwin (1969), La mala noche buena de Don Etcétera de Jorge Díaz (1969), A mí me hubiera gustado ser ingeniero, collage preparado por Hernán Ormeño (1970), Los pequeños burgueses de Maxim Gorky (1970), y Santa Juana de América de Luis Lizárraga (1973), entre varias otras.

Testimonios sobre las muertes de Sabina, Teatro El Rostro. En la fotografía: Juan Arévalo y Ximena Ramírez. Facilitada por Ximena Ramírez y el equipo de Protagónicas.cl

Luego del golpe militar, Arévalo se vio obligado a césar su labor hasta que retoma en el Teatro Independiente Caracol, siendo partícipe de obras como Réquiem para un girasol de Jorge Díaz (1978). Más tarde, ingresó a la compañía de Teatro El Rostro, que lo acompañó intermitentemente por el resto de su carrera. Con ellos hace la exitosa obra de Juan Radrigán, Testimonio sobre las muertes de Sabina (1983), dirigida por Julio Muñoz, y donde comparte escenario con Ximena Ramírez. La obra poseía una importante crítica sobre el momento que vivía el país, pero tal como Juan Arévalo señala para Teatro y Memoria en Concepción. Prácticas teatrales en Dictadura, "la obra si bien poseía una protesta social, nunca fue bajo un tamiz panfletario". Tal vez, fue ese ímpetu crítico propio de la compañía El Rostro el que lo hizo regresar a Concepción tras haber participado en 1987 en la segunda parte de la serie La Quintrala.

Juan Arévalo. Fotografía por Alan Labbé, facilitada por Teatro y Memoria Concepción.

Una vez terminada esa etapa, en 1988 con El Rostro estrenó Había una vez un rey de Oscar Castro y Carlos Genovese y en 1991, lo que para él fue su obra más destacada ¿Quién le tiene miedo al lobo? de Edward Albee.

Ya en siglo XXI, Juan Arévalo participó en películas como Subterra (2003) dirigida por Marcelo Ferrari, Johnny 100 pesos: capítulo dos (2017) dirigida por Gustavo Graef, en los cortometrajes Las horas y los siglos (2014) dirigido por Nelson Oyarzúa, Cicatrices (2000) por Alex Mora Pereira, entre otras.
Es por esta vasta trayectoria que el año 2003 recibió el Premio Municipal de Arte y Cultura de la Municipalidad de Talcahuano, el 2016 el Premio regional de Arte y Cultura en Artes Escénicas, y el año 2018 en la sexta versión de BioBioCine, fue homenajeado recibiendo el Premio Ciudad de Concepción.

El teatro para Juan Arévalo es una válvula de escape para quienes lo observan, tal como indicó en una entrevista hecha por Teatro y Memoria Concepción, al referirse a la escena de la dictadura civil-militar. Para él, el teatro tuvo la misión de aglutinar, de volver a juntar a la gente, de hacer comunidad. Y como tantos otros actores y actrices de la época, él fue parte en gran medida responsable de que se formulara aquel sentimiento de comunidad, aunque fuese por breves minutos, restituyéndolo en los corazones de quienes iban a ver teatro.

Por estas razones, las y los espectadores iban a ver al histrión, pero no a cualquiera, a uno que le hablaba honestamente, como no lo hacían quienes se encontraban permanentemente en otros medios.

Finalmente, Juan Arévalo es quizás uno de los actores regionales de su generación que más versatilidad ha demostrado en cuanto a formato, pero esto lo ha logrado gracias a una integridad actoral inigualable, la que hoy deja huellas en la historia del teatro penquista y en la historia cultura de la región.

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