[resumen.cl] El tercer cuerpo se titula la breve producción audiovisual que registra algunas de las reflexiones del actor Alfredo Castro en su interpretación de La loca del frente en la película Tengo miedo torero, basada en la novela homónima de Pedro Lemebel.
En El tercer cuerpo, Alfredo Castro comenta su percepción de la representación mientras es caracterizado para actuar y cuando su interpretación acaba. Además lee extractos de Lo crudo, la piel, lo cruel, un texto escrito por él para el ciclo "Teatro y crueldad", realizado en la Universidad de Princeton.
En este escrito, de la mano de Antonin Artaud, Castro reflexiona sobre su experiencia como actor, busca describir la disposición desde la cual actúa, planteando la emergencia de un tercer cuerpo al momento de la representación, una entidad entre él, como actor, y el personaje, un espacio donde interactúan estas dos identidades, generando esta nueva y la que finalmente es conocida por la o el espectador. De este modo, Lo crudo, la piel, lo cruel constituye una auténtica reflexión respecto al trabajo actoral.
A continuación transcribimos algunos extractos de Lo crudo, la piel, lo cruel.
Apelo a lo más primitivo y analfabeto de mi ser, a esa memoria y olvido que están en otro tiempo y espacio psíquico, a lo más anacrónico de mí, para desatar el fantasma, las escenas deseadas, las más ominosas y crueles, que activen mi organismo.
Para purgar al teatro y al cine de lo que le es ajeno, como la primacía de la palabra como medio para transmitir emociones e ideas, es necesario volver a instalar los cuerpos delos actores como lugar de origen orgánico de las emociones y las ideas, actores como "atletas" del corazón, y la representación como una dura prueba física y espiritual.
Es preciso oponerse a la separación entre arte y vida, a toda separación entre realidad y representación, oponerse a la creencia de que existen dos mundos simultáneamente: el mundo visible, perecedero, y el mundo inteligible de las esencias.
La función de un intérprete es la de terminar con el corte y separación entre lenguaje y carne, proponiendo una violencia a los sentidos y de los sentidos, puesto que toda violencia debiera ser una forma de inteligencia encarnada. […]
El tropismo de un actor, su inclinación más mortal, es satisfacer su necesidad, su falta, buscando un lugar en otro, a través de otro: de un personaje. A su vez, ese sujeto de ficción, el personaje, busca y anhela un cuerpo que lo acoja y represente.
En ese cuerpo tercero entre dos, en ese organismo que todavía no es, guarda residencia el relato más hiriente para el actor y la confesión más lacerante de un personaje.Ese cuerpo tercero, operará como mediador y como resistencia a la enajenación del actor…
Ese cuerpo tercero hace posible pensar y materializar las escenas que han acontecido antes, mucho antes que ese cuerpo.
Pensar como actores, nuestro cuerpo en otro cuerpo, para representar relatos y mitos, nos permite a la vez adquirir todas las formas, todas las sexualidades, todas las ideologías posibles o deseadas, encarnando así la tensión, contradicción y conflicto, es decir, aquello esencialmente cinematográfico o teatral.
Mi representación es esta:
Persona y personaje se miran, deseando devorarse en ese tercer cuerpo.
Ahí, a vista de todos, se escrutan, se pierden, en una imagen que entraña todo el enigma de la ambigüedad, del arrebato y de la demencia.
Se devoran enteros, todos enteros.
El uno para otro son fantasma, creación imaginaria, psíquica, donde supuestamente el deseo se cumple.
Erotismo del cuerpo y del espíritu que se despliega ante los ojos del espectador… […]