Por Equipo OLCA (Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales)
No es solo codicia y amiguismo lo que hace que todas las decisiones del gobierno apunten a capitalizar a los ricos y aplastar a los pobres, es una hoja de ruta más compleja, diseñada por los patrones del neoliberalismo: las transnacionales.
Es muy interesante observar cómo el mismo "patrón" que operó en Chile en los años 80, se reedite nuevamente como receta: Ante una situación de crisis, pedir préstamo al FMI, luego, como no se podrá pagar la deuda, ésta se renegociará a cambio de ajustes estructurales; y Chile tendrá que demostrar su voluntad de pago tal como antes fue privatizando las empresas públicas, ahora será concretando las obras IIRSA, tal como antes fue mercantilizando la salud y educación, ahora será reduciendo aún más las exigencias ambientales para las empresas extractivas. Es decir, vía renegociación de la deuda, nuevamente se buscará imponer un designio atentatorio a la vida, a la autodeterminación y a la soberanía.
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De hecho, mientras los medios dan cuenta del colapso anunciado en los hospitales y del miedo y la angustia de los sectores más precarizados del país, el Congreso rechazó una moción para suspender la tramitación de proyectos ingresados al SEIA durante la pandemia, desdeñando lo planteado por los mismos funcionarios del Servicio que dicen no estar en condiciones para hacer bien su trabajo; el que ha aumentado, y mucho, porque los proyectos ingresados al sistema de evaluación ambiental entre el 1 de marzo y el 15 de mayo, casi se triplican en relación a los años pasados, y la inversión comprometida se multiplica por siete. La mayoría son proyectos energéticos, llama la atención porque la capacidad de la matriz nacional duplica la demanda efectiva, ¿entonces para qué quieren más energía? Y ahí emergen los casos de Putaendo y de Ovalle, proyectos mineros rechazados por las comunidades, inviables socioambientalmente, pero que entran al sistema por DIA, ambas comunidades piden participación ciudadana haciendo enormes esfuerzos para lograrlo en la situación de pandemia, y ambas son rechazadas con argumentos que distorsionan la institucionalidad ambiental.
Y esto no ocurre solo en Chile, aquí es más burdo, pero atraviesa a toda la región transformada en bodega de materias primas para el mercado global. 11 países tienen ya créditos aprobados por el FMI para enfrentar la pandemia, y otros están en proceso de aprobación.
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Expresión de lo mismo es la noticia difundida por RAPAL Chile a que el SAG estaba sometiendo, sin ningún tipo de difusión, a participación ciudadana digital, un decreto que posibilitaría el ingreso de los transgénicos a Chile, y simultáneamente se develó que en Bolivia estaban buscando imponer la transgenia con un mecanismo similar.
El aislamiento forzoso que imponen sobre los individuos, lo imponen también sobre los países, obligando a salidas y acuerdos individuales para problemas comunes, y los gobiernos de los países entran en el juego, porque las democracias hace rato que fueron secuestradas por los sectores extractivos. Un claro y pedestre ejemplo es que en contextos de paralización, las mineras y la agroindustria no han parado, al contrario, han sido las grandes dispersadoras de la COVID-19 en todos los territorios rurales, cuyos habitantes deben buscar empleo afuera de sus localidades porque la privatización del agua y de los circuitos de comercialización han hecho inviable la sobrevivencia a partir de la agricultura familiar campesina.
Dirán, tal como dijeron en los 80, que es para salir de la crisis, que no hay otra alternativa, aprovechando que la lógica hegemónica la tenemos inoculada en la médula. Así, tal como dicen que la única salida a la COVID, es la vacuna, dirá que la única salida a la crisis es el extractivismo... pretendiendo que sigamos desoyendo nuestras intuiciones y a los sectores que guardan otros modos de ser y de hacer. Es cuestión de lógica elemental: están devastando las capacidades de autogestión, tanto en el campo como en la ciudad.
Ante las demandas por salvar a las pymes y al mundo campesino, responsables de más de un 60% del empleo a nivel nacional, se salva a la banca. De salvar a las y los trabajadores, se salva a los grupos económicos. Hay que ser solidarios y apretarse el cinturón, nos dirán, y para aquellos y aquellas que nos les crean, dirán que son terroristas, los vestirán de enemigo interno y harán caer sobre sus cabezas el peso de todas las leyes represivas que vienen aprobando, cuestión que abordaremos en la próxima columna.
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Pero para nosotros es claro que no es la única salida, que no existen las únicas salidas. En Europa por ejemplo está apuntando a la re nacionalización, comprando deuda de las empresas a cambio de propiedad y control público. En América, los pueblos originarios plantan y crean redes de distribución de sus alimentos. Diversas voces científicas se levantan y dicen que la vacuna es cuidar la biodiversidad y dejar de depredar la naturaleza, frenar el tren de alta velocidad en el que occidente se subió desde los 50 con la "revolución verde" que supuso el endiosamiento de la industria química y el comienzo de nuestra alimentación con tecnología militar decretando la más desenfadada guerra contra la naturaleza. Ahora que mil millones de personas pasan hambre y mueren de ella en el mundo y mil millones padecen de obesidad, es urgente deconstruir la hegemonía y parar.
Así como fuimos el experimento dictatorial en los ochenta de este sistema de democracia protegida con economía ultra liberal (que nunca quisieron los gobiernos elegidos desde 1990 desarmar y siempre se buscó solo ajustar piezas); hoy podríamos contribuir significativamente con vivencias e ideas fuerza que estructuren un nuevo paradigma.
*Imágen: EL DIA, minera en Ovelle | Obtenida de elovallino.cl