Este año se conmemoran cien años de la Patagonia Rebelde, un importante movimiento de huelgas en la Patagonia Argentina que está muy conectada con nuestra propia historia popular, para acercarnos a esta fecha, queremos adentrarnos en la historia de la emigración chilota y su relevante rol en las huelgas de 1921 en el territorio patagónico argentino.
Robinson Silva Hidalgo / resumen.cl
El profesor Luis Mancilla Pérez publicó, en 2012, un interesante trabajo acerca de la participación de los migrantes chilotes en la Patagonia argentina durante el movimiento huelguístico en las estancias ganaderas de aquel territorio. El libro "Los Chilotes de la Patagonia Rebelde" es una autoedición, como muchos de los trabajos que rescatan la memoria de territorios olvidados y/o discriminados por el Estado de Chile y su precaria institucionalidad cultural.
El libro nos muestra una visión muy diferente de la conocida obra de Osvaldo Bayer "La Patagonia Rebelde", el trabajo de Luis Mancilla rescata a los chilotes como sujeto histórico protagonista de estos sucesos, en sus estudios se ve a los migrantes imbuidos en la lucha por mejorar sus dificultosas condiciones de vida en una zona compleja social y climáticamente, no fue la masa inerme que solo obedece y cobra, como señala Bayer. Los chilotes son reivindicados en sus luchas de ayer y el investigador exige el reconocimiento de su memoria por parte del Estado y las instituciones.
En esta entrevista Luis Mancilla nos señala la necesidad de recordar estos sucesos, detalladamente aborda los hechos y el proceso histórico de inicios del siglo XX en el sur Austral.
¿Qué sucedió en la Patagonia en 1921 y por qué está relacionado con Chiloé?
Durante la primera guerra mundial los estancieros, dueños de los establecimientos ganaderos, frigoríficos y grandes extensiones de tierras, dueños de bancos y establecimientos comerciales, se enriquecieron con las exportaciones de lana, carne y otros subproductos de la industria ganadera ovina sin nunca invertir en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
En toda la Patagonia, la mayoría de los peones de las estancias y los obreros que emigraban para los trabajos de las temporadas de esquila provenían de Chiloé, pero también había, gallegos, italianos, austriacos después conocidos como yugoeslavos, hoy llamados croatas, argentinos, algún polaco, los rusos de la Patagonia, unos cuantos alemanes y de otras nacionalidades. Los conflictos entre los dueños del capital y los trabajadores se acrecentaron en 1919 con la rebelión obrera de Puerto Natales; en julio de 1920 la Liga patriótica chilena, formada por estancieros y sus administradores, destruye la imprenta del periódico El Trabajo, persigue y asesina a los dirigentes de la Federación Obrera de Magallanes, en octubre de ese año la sociedad obrera de Rio Gallegos, liderada por el español Antonio Soto Canalejo, organiza la primera huelga grande de los trabajadores de las estancias de Santa Cruz, Argentina, pedían mejores condiciones de vida y trabajo en las estancias, eran cosas tan básicas que hoy parece increíble que esas humildes peticiones fueran el origen de una de las matanzas obreras más despiadadas en la historia de la Patagonia, sin distinguir fronteras, que no existían para los dueños de las estancias y los millones de ovejas y corderos de la industria, ni para los chilotes que recorrían desde un océano a otro y desde el Chubut hasta Tierra del Fuego.
Los peones de las estancias, en su mayoría llegados desde la isla de Chiloé, pedían: no dormir en camarotes, amontonados en piezas de cuatro por cuatro metros, que los colchones no fueran cueros de ovejas, tener en los dormitorios un lavatorio y agua para el aseo personal, que no se les descontaran del sueldo las velas que mal alumbraban esos dormitorios mal ventilados, que las instrucciones de los botiquines estuvieran en castellano y no en inglés, que en los comedores hubiera una estufa y la comida no siempre fuera carne, asada o hervida y recalentada una y otra vez, de corderos y ovejas encontrados muertos en el campo, que consistiera en sopa, segundo y postre, además de té, café o mate, que se le cancelara el sueldo en pesos argentinos y no en pesos chilenos que tenía menos valor, ni en cheques o vales que únicamente se podían cambiar con descuentos usureros en los almacenes de los dueños de las estancias, no trabajar los días de fuerte ventarrón, tener la tarde del sábado para el lavado de la ropa y que el domingo fuera día de descanso.
Los estancieros Menéndez, Behety, Braun, Iglesias, Campos, Blanchard y otros, dueños de establecimientos ganaderos en Chile y Argentina se negaron a otorgar estas peticiones, los obreros abandonaron las estancias, formaron columnas que acampaban en los cañadones, organizaron comisiones que iban por las estancias convenciendo a los obreros a integrarse a la huelga; pasaban los días y aquella movilización pacífica en su origen se tornó violenta, los obreros asaltaron los almacenes, destruyeron maquinarias, cortaron las alambradas, dejaron los rebaños libres en el campo, se llevaron las caballadas, se enfrentaron a la policía, hubo muertos y heridos.
Todo se soluciona pacíficamente cuando, a fines de febrero de 1921, con la mediación del gobernador de Santa Cruz y del teniente coronel Héctor Varela, a quien el gobierno argentino había enviado al mando del décimo de caballería, los estancieros aceptan las peticiones de los obreros, pagan los salarios adeudados en el tiempo que duró la huelga, y se reinician los trabajos de esquila.
Pero en octubre de 1921, cuando se inicia una nueva temporada de esquila, los estancieros se niegan a cumplir las peticiones obreras obtenidas en la huelga del año anterior, la policía detiene a los dirigentes de la Sociedad Obrera de Río Gallegos. El secretario Antonio Soto escapa de la ciudad y organiza la segunda huelga de los obreros de las estancias de Santa Cruz, Argentina, otra vez el gobierno envía al teniente coronel Héctor Benigno Varela al mando del décimo de caballería, quien inicia una despiadada represión. En distintos lugares del extenso territorio fusila sin juicio previo a los dirigentes y a los chilotes "tumberos"1. En el Congreso Argentino -cuando se quiso investigar esta matanza- se dijo que fueron 2400 los obreros fusilados. Osvaldo Bayer, el historiador argentino que rescató la historia dice que al menos 600 obreros fueron fusilados. Se ha logrado rescatar el nombre de treinta y seis obreros chilotes fusilados en distintos lugares de Santa Cruz. Argentina.
¿Cuáles son las circunstancias de la migración chilota a la Patagonia Argentina?
Desde su incorporación a la República de Chile, en enero de 1826, Chiloé fue un territorio marginado del progreso social y económico. En los años veinte del siglo pasado no existían caminos, la única vía de comunicación y transporte era el mar, no había escuelas, ni hospital ni médico, ni industrias. Abundaba la pobreza y el analfabetismo. El dinero circulante era escaso, el intercambio comercial era el trueque, y hasta las primeras décadas del siglo veinte las tablas de alerce era moneda de comercio. Lo común era ver en los dos únicos pueblos grandes, Castro y Ancud, a gente sin zapatos, siempre usando la misma ropa en los días de lluvia y temporal o en los calurosos veranos. En la semana se celebraron un poco más de cien años de la fundación del puerto de Quellón, que surgió en el lugar donde estaba la única industria, que en los años veinte del siglo pasado, existió en Chiloé y que pagaba a los obreros con fichas salario que únicamente se podían cambiar por mercaderías en el almacén de la empresa.
A fines del siglo XIX, cuando en la Patagonia se crearon estancias y frigoríficos, fue necesaria una gran cantidad de mano de obra que no se estableciera de modo permanente en un extenso territorio propiedad de unos pocos, esas grandes extensiones de tierra debían permanecer deshabitadas, en 1920 la densidad poblacional del territorio de Santa Cruz era de un habitante por cada 14 km cuadrados. Chiloé era el lugar más cercano desde donde llevar mano de obra mal pagada y sumisa hasta la Patagonia, cada año en octubre, se iniciaba la emigración por la temporada de esquila, centenares de obreros viajaban amontonados en las bodegas durmiendo encima de la carga o en la cubierta de los barcos que hacían el cabotaje entre Punta Arenas y Valparaíso y pasaban por Castro. Se enganchaban en las oficinas de la Menéndez Behety o de la Braun and Blanchard, del salario pactado se le descontaba el valor del pasaje. Regresaban en marzo o abril del año siguiente, cuando terminaban las faenas en los frigoríficos. Esta emigración golondrina, de idas y regresos, perduró hasta la década del ochenta del siglo XX. En temporada de esquila Chiloé era un territorio de mujeres solas, criando a los hijos y realizando las faenas de campo para la subsistencia familiar.
La Patagonia fue la Ciudad de los Césares, con su riqueza y abundancia atrajo a los chilotes que, con sus familias, viajaron abandonando casa y campo en oleadas migratorias en los tiempos de las grandes guerras mundiales, cuando se exportaba lana, carne y otros subproductos para abastecer a los ejércitos ingleses y alemanes. En tiempo de escasez el hambre y la cesantía obligaba a las familias a mal vender sus tierras, comprar un pasaje, y embarcarse a la Patagonia. Sucedió con la peste del tizón, que arruinó las siembras de papas en los años cincuenta, el terremoto de 1960, que destruyó los pueblos, en la década del ochenta fue la cesantía y el hambre que trajo la dictadura con su economía de libre mercado y los empleos miserables del PEM y POJH. Por esas emigraciones son muy pocas las familias de Chiloé que no tienen parientes en Magallanes o en la Patagonia argentina.
En sus emigraciones el chilote fue obrero en las salitreras, hachero en las selvas de Valdivia, jornalero en Osorno, estibador en Valparaíso, esquilador y ovejero en la Patagonia. El chilote traspasaba las divisiones regionales, y los límites nacionales, pero no lograba cruzar las fronteras sociales. Emigrar como "peón golondrina"2 o para establecerse definitivamente en la Patagonia era el único modo de cruzar fronteras hacia un territorio con fama de próspero, huir de la pobreza y la falta de expectativas en Chiloé. El engancharse en las comparsas implicaba cruzar las fronteras nacionales invisibilizados en una "fuerza de trabajo campesina", subsumido en la categorización de peón rural, ñango, chilote, indio, sin identidad social.
¿Hubo alguna actuación o respuesta del gobierno chileno frente a estos asesinatos?
El gobierno de Chile movilizó tropas del regimiento Llanquihue de Puerto Montt y una compañía de ametralladoras del regimiento Chiloé de Ancud. En el destructor Williams, casi un centenar de soldados fueron embarcados y llevados a la región de Aysén a custodiar la frontera desde Balmaceda hasta Rio Cisnes, para impedir que los obreros que escapaban de la matanza pudieran ingresar a Chile, la excusa fue que un ejército de bandoleros invadiría Aysén. En Magallanes el escuadrón de carabineros custodiaba la frontera desde la Cordillera de Baguales hasta el Estrecho, los obreros apresados queriendo ingresar a Chile eran entregados a la policía o al ejército argentino.
Hasta la cárcel de Rio Gallegos se enviaron 102 obreros apresados en Punta Alta, Fuentes de Koyle, Laguna Salada y otros lugares, desde el Puerto San Julián se enviaron al menos 82 prisioneros. A estos se agregaron los obreros que se rindieron en Paso Ibáñez, pueblo que -según la prensa de la época- fue tomado por más de 400 obreros huelguistas, y nadie sabe cuántos prisioneros tomó el teniente coronel Héctor Varela, qué pasó con los centenares de obreros que se rindieron en la estancia La Anita, hasta la cárcel no llegaron más de cincuenta. Las cuentas no calzan, parece que, en el trayecto desde Lago Argentino a la cárcel, a los policías y soldados argentinos y a la guardia blanca, se le fue perdiendo mucha gente en el camino, cobardemente se les aplicó la ley de fuga.
Se sabe que en enero de 1922 ciento ochenta obreros permanecían hacinados en la cárcel de Rio Gallegos, soportando torturas y viviendo de la caridad de los vecinos, quienes los alimentaban cuando realizaban trabajos forzados: ripiaban calles, construían terraplenes, juntaban botellas, otros trabajaban en el frigorífico y su salario lo cobraban los policías, ¿qué fue del resto? Suman más de 180 los obreros enviados desde Punta Alta y San Julián, y el resto ¿Dónde quedó el resto?
Casi el 90% de esos presos provenían de Chiloé o eran chilotes o hijos de chilotes avecindados en Natales o Punta Arenas, se comprueba esta afirmación por las listas que ese mes publicó el periódico de la Federación Obrera de Magallanes. Sus familiares y conocidos denunciaron ante el cónsul de Chile en Rio Gallegos que estos presos sufrían maltratos y torturas, que realizaban trabajos forzados, pero el cónsul nunca interpuso una queja o visitó a sus compatriotas presos "por delitos sociales", se sabe que ofició al gobernador de Santa Cruz para aplicar el "convenio de recíproca cooperación" e impedir a los "bandoleros" cruzar la frontera. En sus memorias Juan Guzmán Cruchaga, premio nacional de literatura en 1962, escribió que los obreros fueron culpables de su muerte por dejarse llevar como ovejas al matadero por un dirigente que después escapó con el dinero de las cuotas del sindicato, repite la versión que difundió la Liga Patriótica Argentina para enlodar a Antonio Soto Canalejo.
Pero la complicidad del Estado chileno con la violación de los derechos fundamentales de los obreros chilotes en el pasado continúa en nuestros días, ni la educación promueve el conocimiento de las tragedias obreras, ni existe actitud política por promover conmemoraciones que dignifiquen la memoria de los emigrantes chilotes en la Patagonia. Coloco como ejemplo lo acontecido en 1906, en el Rio Baker, donde más de 50 obreros murieron no se sabe si envenenados por la empresa, por el escorbuto o de hambre, nunca se investigó ese acontecimiento trágico. Hoy ninguno de los representantes políticos de Chiloé ha tenido el gesto de promover una conmemoración, una humilde dignificación de la memoria de esos trabajadores vilipendiados por un muy reconocido historiador magallánico quien -en una publicación muy difundida en el ámbito académico- justifica que su muerte fue causa del egoísmo y la falta de solidaridad, cobraban por un vaso de agua y las oraciones, negando con especulaciones sin asidero histórico todas las evidencias. Para iniciar la dignificación de la memoria de esos obreros basta un gesto muy simple: invitar a los familiares de esas víctimas a una reunión del consejo municipal de Dalcahue y leer sus nombres, y que los nombres de esas víctimas de la explotación patronal queden escritos en un acta de una sesión municipal.
Creo que en el centenario de la matanza de obreros chilotes en la Patagonia argentina es tiempo que nuestros representantes en el poder legislativo dejen sus ideologías y temores por culpas familiares y soliciten al Congreso realizar una sesión donde, en nombre del Estado de Chile, se reconozca y entregue disculpas a los familiares de los obreros fusilados en la Patagonia argentina, porque sus representantes diplomáticos y autoridades fueron cómplices de la violación de los derechos fundamentales de los obreros asesinados y encarcelados en un país que no era el suyo, fusilados y torturados por el delito de pedir mejores condiciones de vida y trabajo, fusilados por emigrar de un país que no les daba lo necesario para vivir dignamente.
Hay una historia poco conocida de fusilamientos a trabajadores chilotes en los eventos patagónicos de 1921 ¿Cómo se dio esto?
En cuanto a la participación de los obreros chilotes en esta huelga, aun cuando se quiera hacernos creer que eran gente sumisa, confundiendo la humildad del respeto con la cobardía y que se plegaban a las huelgas por interés económico -en el film La Patagonia Rebelde se les caracteriza como que "están únicamente para estirar la poruña y cobrar"-, los silencios y las discriminaciones esconden una participación activa y consecuente en todos los movimientos obreros que ocurrieron en la Patagonia, integraron la comisiones que iban a las estancias a convencer a los obreros de adherirse a la huelga, fueron las víctimas, los fusilados junto a los dirigentes y los que repletaron la cárcel de Rio Gallegos. Hubo dirigentes chilotes en la FOM y la masa obrera que creo la más grande y mejor organizada federación obrera de Chile, eran trabajadores que provenían de Chiloé
Profundizando la pregunta, el que se cuestione la participación de los obreros chilotes lo desmiente el simple axioma: no existen huelgas sin obreros, los líderes sindicales deben convencer a los obreros a plegarse a una movilización y en la Patagonia Argentina el 80% y más de los obreros de las estancias eran chilotes, llegados desde la isla de Chiloé, dijo Bayer en una conmemoración en la estancia La Anita, queriendo limpiar el racismo despectivo que se otorgó a ese gentilicio en la Patagonia. Abundando en detalles, el primer obrero fusilado en estas huelgas fue Roberto Triviño Cárcamo, nacido en Quilquico, quien se embarcó en Ancud para ir a morir fusilado en la estancia El Cifre. Los líderes de las columnas obreras fueron en su gran mayoría españoles de ideas anarquistas, pero aparece José Descubieres Cárcamo, nacido en Quinchao, que lideró junto al uruguayo Ramón Outerelo la columna obrera que recorrió las estancias cercanas a Puerto San Julián, Antonio Leiva asesinado en la estación Tehuelches, cerca de Puerto Deseado, era lugarteniente de Facón Grande; Bautista Oyarzun fusilado en la estancia San José; Juan Álvarez, Miguel Saldivia, y Oscar Mansilla, fusilados en la estancia Punta Alta. Ellos y otros treinta nombres de obreros fusilados por el ejército argentino demuestran que los obreros emigrantes chilotes tuvieron una participación activa, y no fueron simples marionetas llevadas como ovejas al matadero, como en sus memorias quiere hacernos creer el cónsul de Chile en Rio Gallegos.
Osvaldo Bayer estableció una imagen negativa de los chilotes en los sucesos de 1921 ¿Cómo fue en realidad la participación chilota en la rebelión?
Cuando el décimo de caballería comandado por el teniente coronel Héctor Varela llegó a Santa Cruz se dividió en tres destacamentos, nunca eran más de veinte soldados que, ayudados por la guardia blanca -el brazo armado de la Liga patriótica Argentina-, y los administradores y empleados de estancias, anduvieron fusilando a los obreros que se rendían sin disparar un tiro. En las informaciones que publicaron los periódicos en Punta Arenas y Rio Gallegos y en los partes que escribían Varela y sus oficiales nos quieren hacer creer que hubo enfrentamientos entre los soldados y las columnas de obreros, pero la verdad era que centenares de obreros se rendían sin disparar un tiro. El ejército apartaba a los dirigentes, los estancieros señalaban a los obreros conflictivos y a quienes les adeudaban sueldos y, al final, quedaban los obreros que ningún estanciero, capataz o administrativo reconocía, la carroña, los obreros indocumentados, "tumberos" que vagaban por la Patagonia, quedaba por descarte, esos fueron los fusilados y una vez muertos les robaban los pocos pesos que andaban trayendo, las botas y los documentos de propiedad de sus caballos; esto lo describe Osvaldo Bayer:
"Robar a los cadáveres de obreros fusilados por huelguistas. Sacarles los pesos ganados arreando ovejas, todo el día montados a caballo con callos en el culo, aguantándose el frío y la nieve, sin mujer, sin cariños, sin hijos, sin libros, sin escuelas. Siempre con esa sonrisa sometida, torpe, huidiza del peón chileno. Gente de piel con el color de los que no se lavan nunca. Gente sin nombre, de mirada vidriosa, aguantadores, como si la carne de capón se les hubiera reencarnado en sus rostros sin vida, en esos cuerpos sin belleza, en esas ropas puestas solamente para tapar la vergüenza, pero no para defenderse del frío. Chilenos o ni siquiera eso. Chilotes nada más que chilotes (...)"3.
En el sur de Santa Cruz el destacamento del capitán Pedro Viñas Ibarra fusiló obreros en Punta Alta; Fuentes de Koyle, Laguna Salada, Puerto Irma, La Leona y estancia La Anita; en el centro del territorio el capitán Elbio Anaya fusiló obreros en Tres Cerros, Cañadón León, estancia Bellavista, estancia La Mata, tapera de Casteran y en estancia El Cerrito. El teniente coronel Varela fusiló obreros en Jaramillo y en Paso Ibáñez.
¿Cómo se supo en Chiloé de los hechos represivos ocurridos en la Patagonia?
Los periódicos en Chiloé repitieron las noticias que en Punta Arenas y Rio Gallegos publicaban los diarios y periódicos, el único periódico que se atrevió a decir la verdadera dimensión de estas matanzas fue El Trabajo, de la FOM, que después de ser destruida su imprenta durante el asalto e incendio de la sede obrera, recién volvió a aparecer en febrero de 1921 y se publica en la imprenta del periódico El Magallanes.
Los periódicos La Voz de Castro y La Cruz del Sur siempre dijeron que un ejército de bandoleros invadiría la región de Aysén, y que esos bandoleros quemaban estancias, asaltaban los almacenes, habían tomado la ciudad de Rio Gallegos y, en violentos combates, se enfrentaban con el ejército argentino. Era la versión que difundieron los estancieros y la versión que daba de sus operaciones militares el teniente coronel Héctor Varela.
Pasaron decenas de años, se murieron los obreros que sufrieron persecuciones, maltrato y torturas en la Patagonia, y nadie nunca escribió nada, nadie rescató sus historias que hablaban de parientes y amigos chilotes fusilados en la Patagonia, eran cuentos de ñangos, de indios conques, la discriminación, nuestro racismo sin raza herencia de cuando fuimos colonia de España, y había una república de españoles y otra de indios.
Esta historia la conoció Francisco Coloane y la relató en un magnifico cuento "La muerte del Chilote Otey"; y en Chiloé siempre fue olvido; hasta que en el 2012 se publicó el libro "Los Chilotes de la Patagonia Rebelde", la historia de los trabajadores emigrantes chilotes fusilados en una patria ajena fue rescatándose de la memoria de los hijos y nietos de los obreros que vivieron esas matanzas.
Palabras finales
Por haber conocido y escrito la historia de los obreros chilotes fusilados en la huelga de las estancias del año 1921, en la Patagonia Argentina, cada año en el periódico El Insular de Chiloé, escribo dos, tres o más artículos sobre esos fantasmas, denunciando el olvido y la injusticia que hasta el día de hoy se comete con aquella gente humilde, cobardemente fusilada en la Patagonia argentina. Ningún político, ningún mediático gestionador cultural, ningún defensor de los derechos humanos, ningún difusor de nuestro patrimonio, mediocrizado por el disparate y la superficialidad de las redes sociales y la televisión, ha escrito o levantado su voz pidiendo se reconozca la injusticia que hace ya cien años se cometió con esta gente humilde en tierra ajena. Será miedo o cobardía, ignorancia, sectarismo, mala fe o es porque para conocer esta matanza obrera se necesita trabajo intelectual, o será que esta es una causa que no entrega mezquina fama ni egoísta reconocimiento personal, al contrario, cierra las puertas que pueden abrir los pontífices que escriben la historia de la Patagonia chilena. Yo quiero creer que es la marginación que siempre marca a los pobres; esos obreros no pueden tener los homenajes que únicamente se les da a los héroes. Alguien alguna vez dijo: "que infeliz es aquel pueblo que necesita héroes para saber que existe". Yo agrego qué egoísmo esperar un centenario para recién recordar aquella matanza, cuando para los obreros chilotes fusilados en la Patagonia todos los días fueron cien años de despiadado olvido.
1 Emigrantes indocumentados de ascendencia indígena que mendigaban trabajo por las estancias "ensuciando" la Patagonia argentina
2 El calificativo metafórico de peón golondrina se aplicaba a aquellos trabajadores que migraban siguiendo el ritmo de los diferentes ciclos productivos (baños, señalada, esquila y arreo de hacienda para los frigoríficos).
3 Osvaldo Bayer. La Patagonia Rebelde. Tomo III, La Masacre, pag 333.