Por Ruperto Concha / resumen.cl
Una vez más, tuvimos una semana que se ha acelerado en rumbos de apremios, urgencias y peligros... En el Medio Oriente, una vez más resurge el peligro de una gran guerra que podría generalizarse. En Europa, la poderosa cúpula de la Unión Europea está cada vez más arrinconada por países asociados que están cada vez más desafiantes y más chúcaros.
Y en Estados Unidos, el disparadero de la campaña electoral de noviembre, que comienza mañana en el estado de Iowa, no consigue silenciar del todo los peligros que acechan más allá de sus fronteras.
Será bueno comenzar ahora por esos peligros que van desde el Medio Oriente hasta el Mar de la China.
Supuestamente, hoy comienzan en Ginebra, Suiza, las negociaciones de paz que buscarían llegar a un acuerdo para poner fin a la horrorosa guerra que está destrozando a la nación siria durante ya 5 años. A menudo se habla de una supuesta "Guerra Civil" siria, pero ese no es más que el nombre que le pusieron los estrategas internacionales que concibieron esa guerra, la armaron y la financiaron. No. Es una guerra de dominio geopolítico apuntada a dejar toda la inmensa zona conocida como Oriente Medio, que va desde el Océano Índico hasta el mar Mediterráneo y el mar Negro, en manos de las dictaduras islámicas sunnitas.
Tanto las de Arabia Saudita y los demás príncipes o emires petroleros, como la de Tadyip Erdogán, el "Hombre Fuerte" de Turquía, y eso con el apoyo indisimulado de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países de la OTAN.
Frente a ellos, el gobierno constitucional de Siria, que ha conservado la lealtad de las fuerzas armadas de la República y, fíjese Ud., de una mayoría tan grande de la nación, que ha logrado sostenerse ante ataques que, según creía Washington, iban a liquidar la situación en un par de meses.
Durante 2014, el gobierno del presidente Basher Assad no sólo pudo sostenerse firme, sino que logró recobrar territorios perdidos. Pero luego pareció próximo al colapso final cuando apareció el ISIS o Daesh, el llamado Estado Islámico, que absorbió a los terroristas de Al Qaeda y Al Nusra, y que resultó equipado con el más potente y moderno armamento de infantería, que supuestamente había estado destinado a unos supuestos "rebeldes democráticos y moderados".
En agosto de 2015, parecía claro que estaban a punto de caer las principales ciudades del oeste de Siria, que es la región más fértil y más rica, donde vive el 70% de la población siria, y con ello parecía cerrarse un cepo sangriento que atraparía tanto a los musulmanes chiítas y a los kurdos como a las comunidades cristianas que seguían apoyando al gobierno. Y con ello, además, se perfilaba que la base naval rusa de Tartus, sobre el Mediterráneo, sería bloqueada o atacada y, en todo caso, eliminada.
Igualmente, quedaba claro que el avance del Estado Islámico y los supuestos rebeldes moderados, sería imparable, ya que recibían ininterrumpidamente pertrechos, armas, vehículos y dinero, a través de Turquía, donde, al mismo tiempo, operaban los compradores ilegales del petróleo robado por el ISIS de los yacimientos sirios e iraquíes.
De hecho, aunque Estados Unidos había condenado estruendosamente a los terroristas islámicos del Daesh, y había encabezado una nueva coalición militar para vencerlo, las acciones en contra del Daesh resultaban inexplicablemente inofensivas, y ese ejército seguía aumentando su poderío y el número de sus tropas combatientes.
Hasta que, a fines de septiembre, luego de una visita a Moscú del presidente sirio Basher Assad, Rusia resolvió iniciar acciones de guerra en contra del Estado Islámico y los demás grupos terroristas, destruyendo desde el aire sus instalaciones, depósitos de armas, centros de comando y, sobre todo, los convoyes de centenares de camiones aljibe que transportaban petróleo robado a través de la frontera con Turquía.
Junto con eso, Rusia proporcionó al gobierno de Siria nuevos aviones y helicópteros de combate, así como todo el armamento necesario para reiniciar las acciones de combate en tierra, incluyendo tanques, cohetes antitanque y defensas antiaéreas.
Asimismo, Rusia comenzó a proporcionar apoyo y armamento a los milicianos kurdos, que habían sido los más potentes adversarios del Daesh, en el norte de Siria junto a la frontera con Turquía.
De ahí en adelante toda la situación cambió. Ya en estos momentos el gobierno constitucional ha recuperado el control de más del 80% del territorio occidental del país, y las posiciones rebeldes del sur han quedado aisladas en situación insostenible.
El gobierno ha invitado a la población civil a salir de esos enclaves, con garantías de ser acogidos en la zona libre. Sin embargo, las tropas rebeldes han impedido la evacuación de civiles, a la vez que han comenzado a denunciar que hay una tragedia humanitaria y que hay cientos de niños que están a punto de morir de hambre.
Es en esas circunstancias que deberían estar comenzando hoy las negociaciones de paz, en que las partes no dialogarán directamente sino a través de intermediarios. Sin embargo, hasta ahora no ha surgido ni siquiera un acuerdo sobre quiénes van a ser finalmente los invitados a participar en las conversaciones. De hecho, por presión de Turquía, todavía no se ha invitado al representante de las milicias kurdas, aunque esa etnia incluye a cerca del 20% de la población de Siria, es decir, son varios millones, y ha sido la principal fuerza en la lucha antiterrorista, tanto en Siria como en el norte de Irak.
En realidad, los analistas de estrategia internacional, incluyendo a la mayoría de los occidentales, coinciden en un amargo escepticismo sobre esta cumbre en Suiza, sobre todo en momentos en que Turquía está amenazando con declararle la guerra a Siria, si los milicianos kurdos logran derrotar a los islámicos del Daesh en la última franja, de 90 kilómetros, que los terroristas mantienen en su poder a lo largo de la frontera turca. Es decir, Turquía claramente exhibe que no está en guerra contra el Estado Islámico, sino que está realizando un verdadero exterminio de la población kurda, tanto dentro de Turquía, como en Iraq y Siria.
En estos momentos, Rusia ya implementó una segunda base aérea en el norte de Siria, junto a la frontera con Turquía, desde donde puede bloquear no sólo los convoyes de armas y los camiones petroleros. También y lo más decisivo, podrá intervenir instantáneamente en caso de que Turquía viole la frontera de Siria con elementos armados.
Estados Unidos a su vez está instalando también una base aérea en el norte de Siria, pero al oriente, junto a la frontera con Irak. Y supuestamente, también Estados Unidos ha comprometido apoyo y protección a los milicianos kurdos.
Pues bien, esta semana Turquía lanzó un ultimátum, señalando que cualquiera acción de los milicianos kurdos al oeste del río Eufrates, en el norte de Siria y junto a la frontera turca, será, ni más ni menos, que el comienzo de la guerra con Turquía.
¿Se fija Ud?… Está claro que los kurdos van a seguir defendiéndose, sobre todo ahora que se les abre la posibilidad de tener por fin una patria, un territorio verdaderamente libre y autónomo para su pueblo.
Y está claro que la actual alianza de Rusia junto a Irán e Irak, en apoyo a la República Siria, es un adversario que ni siquiera en sus peores delirios Tadyip Erdogán se atrevería a desafiar por sí mismo.
De hecho, una vez más Turquía está alegando una supuesta violación de su espacio aéreo por aviones de combate rusos... pero, claro, esta vez Erdogán sabe que los Zukoy-24 ahora no están desarmados, como aquel que Turquía derribó a traición. Por eso, ahora se limita a lanzar protestas.
¿Iría la OTAN a la guerra, bajo el liderazgo ideológico del turco Tadyip Erdogán?
Así, un análisis estratégico objetivo de la situación en el Oriente Medio, lleva necesariamente a considerar que esta resonante Cumbre de Paz en Ginebra servirá sin duda a varios objetivos políticos, pero no obtendrá los resultados que dice buscar.
Y tampoco parece auspicioso que en Ucrania puedan prevalecer los Acuerdos de Minsk para poner fin a la guerra interna del gobierno de Kiev con las regiones pro rusas del oriente. Ello, a pesar de que a estas alturas Ucrania ya no cuenta con un respaldo verdadero de las naciones europeas, y su gobierno se está sustentando precariamente sólo con el apoyo que le sigue prestando Estados Unidos por razones exclusivamente estratégicas.
El Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, declaró que al parecer las sanciones internacionales contra Rusia van a terminar en pocos meses más, y poco se sabe de cuáles fueron los acuerdos que al parecer se lograron en la reunión secreta de los jefes de la diplomacia de Moscú y Washington, en Kaliningrado, territorio ruso en el Mar Báltico.
Pero sí se sabe que Estados Unidos cumplió su amenaza de seguir enviando aviones y barcos de guerra a aguas del Mar de la China consideradas por Beijing como aguas territoriales de su soberanía.
Ahora fue el destroyer misilero Curtis Wilbur, que cruzó a menos de doce millas de la isla Tritón, en el archipiélago Paracel, donde China ha levantado instalaciones permanentes.
El gobierno chino calificó la incursión como una provocación "irracional y descarada" y, en tono glacial afirmó que una tercera vez será la vencida.
Y, oiga, es obvio que el gobierno chino ya no podrá limitarse a dar ladridos como de perro chico ante un perro grande.
Sobre todo ahora, que la economía de China ha vuelto a su robusta normalidad. ¿Va a querer Washington jugar con Beijing el jueguito de quién queda primero como un gallina?
Pero en estos momentos la gente, en Estados Unidos, está entrando ya en el ánimo febril de la Campaña Electoral que culminará el 8 de noviembre con la elección presidencial, a la que se agregan las de 13 gobernadores, un tercio de los senadores y la totalidad de los diputados.
En esta ocasión, Estados Unidos se encuentra en una coyuntura atípica. De hecho, hasta el momento, los dos candidatos que están liderando en la opinión política general, están fuera del marco bipartidista, de demócratas y republicanos. En el caso de los demócratas, el candidato Bernard, Bernie, Sanders, es un independiente socialista, y tiene un nivel de apoyo del 42% de los votos militantes demócratas, y con ello se acerca dramáticamente a la candidata oficial, Hillary Clinton, que llega al 45 y aparece en disminución.
Al otro lado, la candidatura de Donald Trump, como un irregular y rebelde miembro del Partido Republicano, se ha levantado hasta un 36% según las últimas encuestas, a pesar de la formidable campaña en su contra que se ha lanzado, incluso desde el propio partido Republicano.
En estos momentos, Donald Trump cuenta con un apoyo mayor que el apoyo que el apoyo que juntan entre los dos sus competidores más cercanos, los senadores Ted Cruz y Marco Rubio, y, en consulta a los participantes de las asambleas partidistas de este momento el Iowa, Trump ganaría las primarias con un 28%, seguido por Cruz con un 23 y Rubio con un 15%.
Por supuesto, esos resultados pueden variar tremendamente en los próximos meses. De hecho, mañana, en las primarias del estado de Iowa, se va a constatará la validez de las encuestas.
Pero lo que está causando una mezcla de asombro y desconfianza es el hecho de que los dos candidatos que dominan los foros, Donald Trump y Bernie Sanders, presentan extraordinarias similitudes, son asombrosamente parecidos, a pesar de que representan polos políticamente opuestos. Trump de extrema derecha y Sanders de una izquierda que es lejos más socialista que la de los socialistas chilenos o españoles. El analista político Eugene Robinson, del Washington Post, llegó a publicar ayer una crónica que tituló "Dos furiosos están liderando la política".
Y especifica que, en Estados Unidos ya existe una sensación generalizada de que los políticos tradicionales han sido un fracaso.
¿En qué son parecidos esos candidatos tan distintos?… En primer lugar, Donald Trump y Bernie Sanders se oponen por completo, con vehemencia, al Tratado Trans Pacífico, el TTP, que el gobierno de Obama ha tratado de empujar por todos los medios, junto con el Tratado Transatlántico, con Europa.
Sanders y Trump coinciden en que esos tratados son una traición a los trabajadores de Estados Unidos, y además ponen a su país como cómplice de las grandes empresas transnacionales, para la explotación de trabajadores de otros países que reciben salarios miserables y se les prohíbe o se les dificulta el formar sindicatos.
Ambos coinciden también en que Estados Unidos debe enmendar rumbo en su política exterior, y no seguir tratando de dominar a los demás países recurriendo a guerras innecesarias que no aportan beneficios reales y duraderos a la nación norteamericana.
En términos de política interna, tanto Sanders como Trump coinciden en la necesidad de establecer un sistema de medicina social básico y único para todos los habitantes de Estados Unidos, y no un sistema híbrido y burocrático como el desprestigiado "Obamacare".
Y otra coincidencia ostensible es que ambos están mostrándole a la gente que los políticos tradicionales son servidores a sueldo de los poderes monetarios, de las grandes transnacionales y sobre todo, de las entidades dedicadas a la especulación financiera.
El propio Donald Trump ha tenido la osadía de contar en público cómo él, él mismo ha firmado jugosos cheques a senadores, diputados y altos funcionarios de gobierno, para obtener que las cosas se hicieran como a él le convenía.
Y la gente, al escucharlo, fíjese Ud., no se enoja, se entusiasma y lo considera un tipo parecido a uno, y que no se las da de santurrón ni presume de una supuesta pureza que no es más que pintura blanca.
La mayoría de los analistas políticos de Estados Unidos admite que, pese al formidable respaldo que ha conseguido Donald Trump, y que ha logrado mantener a pesar de la campaña feroz en su contra, permanece también la posibilidad de que finalmente el electorado se vuelque en favor de algún otro candidato que sea más suavecito, menos radical.
Y que a Bernie Sanders pueda ocurrirle lo mismo, en especial por el hecho de que él no es militante del partido demócrata. Y, no obstante que el crecimiento del apoyo social a su candidatura parece estar a punto de sobrepasar al que tiene Hillary Clinton, pudiera ser que finalmente le den también la espalda a él.
Pero el hecho de que esos dos candidatos hayan movilizado apasionadamente a millones de ciudadanos, a un 36% de los republicanos y un 43% de los demócratas, eso significa que incluso sin ganar la elección ninguno de ellos, podrían sin embargo ocasionar la derrota del sector que respalde a cada uno.
Llegado el caso, ¿cuántos demócratas preferirían votar por un Donald Trump que no quiere más guerra, y no por una Hillary Clinton que se ha mostrado fieramente partidaria de la guerra?
Y ¿cuántos republicanos, llegado el caso podrían preferir votar por Sanders y no por Ted Cruz, que aparece casi idéntico a Hillary Clinton?
Será muy interesante observar con agudeza lo que se va a producir en los Caucus o Asambleas primarias que comienzan mañana en Iowa.
Y un detalle pintoresco: La palabra Caucus, al parecer, viene del idioma de los indios cherokee, y significa "reunión con discursos y humo". Es decir, si no fuésemos tan ansiosos de estar hablando en inglés, podríamos decir "Cahuín" en vez de "Caucus". Eso, por Cahuín para los mapuche, significa exactamente Asamblea con discursos y toma de decisiones. Así, como fue el Cahuín cuando eligieron a Caupolicán como Toqui en jefe de los ejércitos araucanos.
Pero nos da no sé qué decir Cahuín, cuando podemos decir "Caucus", que suena bonito.
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario.