[resumen.cl] Hace exactos dos años, el 6 de octubre de 2019, entraba en vigencia el alza de $30 pesos del metro de Santiago. Lo que suponía un simple ajuste tarifario, se tradujo al día siguiente en el inicio de evasiones masivas, las que no pararon durante 10 días, con una escalada de protestas, represión policial y criminalización de los medios que terminaron por dar desatar el Estallido Social.
A pesar de todas las explicaciones de «expertos» y tecnócratas, el alza del pasaje del Metro de la capital de Chile no fue aceptada por la población. La molestia y frustración evidente ante un nuevo abuso por parte de elite contra el pueblo, fue rápidamente entendida por las y los estudiantes secundarios.
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Este grupo llevaba prácticamente casi todo 2018 y 2019 movilizándose por mejoras de las condiciones estructurales de una espoliada educación pública. Estas protestas, fueron perseguidas fuertemente por el entonces alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, y duramente criminalizadas por prácticamente todos los medios de comunicación hegemónicos, quienes llenaron sus noticieros, matinales y portadas, con sucesivo contenido en contra de estos y estas jóvenes, desde los show por los «overoles blancos», hasta el patético montaje de una supuesta infiltración del Frente Patriótico en el Liceo 1 por una obra de teatro.
Sin embargo, y a pesar de estos constantes ataques, el espíritu rebelde no fue afectado y lograron mantenerse movilizados, incluso con medidas del exalcalde como controles de identidad y carabineros al interior de los liceos, con imágenes de funcionarios policiales en los techos y uso de gases lacrimógenos al interior de los recintos que quedarán marcadas con vergüenza en la historia de sus impulsores.
Fue este acorralamiento al interior de los liceos, lo que llevó a los y las estudiantes a mover su protesta hacia afuera. Las marchas salieron desde los colegios hacia las estaciones del Metro. Sólo un día luego de la entrada en vigor del alza de las tarifas, estudiantes ya protagonizaron la primera evasión masiva, las que comenzarían a repetirse de ahí en más, ganándose la simpatía no sólo de las y los capitalinos que usaban este medio de transporte y que pudieron viajar gratis, sino de toda la población que veía estas imágenes por televisión admirando el coraje de estos jóvenes, y con la satisfacción de al menos algo de justicia ante tanto abuso.
Se produjo prácticamente una «militarización» de Fuerzas Especiales de Carabineros usando gases lacrimógenos al interior de las estaciones del Metro (un lugar cerrado), así como el llanterío de los principales rostros de los conductores de programas de televisión y periodistas que buscaban incesantemente la cuña condenatoria. Sin embargo, algo era diferente esta vez, por más que entrevistaran, todo el mundo parecía estar de acuerdo con las evasiones, causando el estupor de animadores que días más tardes jugarían de guaripolas en comprender la rabia de la gente.
El Gobierno no supo o no quiso entender lo que pasaba y comenzó a cerrar estaciones y reforzar la presencia policial en estas, lo que llevó a un aumento en la rabia de la población santiaguina al verse privada de usar su medio de transporte, obligada a respirar gas lacrimógeno sin estar haciendo nada y ver cómo aumentaba el valor y las ganas de revelarse ante este abuso.
El resto, de ahí en adelante, ya es historia.